viernes, 12 de junio de 2009

¿A DÓNDE VAN LOS BESOS QUE NUNCA SE DAN?

Esta mañana he madrugado por ti. Tenía que comprar tiempo. En la tienda sólo quedaban dos packs: cinco minutos con beso y cinco minutos con música. Me quedé con el pack del beso.

Era lo que quería, parar el mundo un instante, encadenarme a tus brazos, perderme en tu boca, memorizar el olor de tu piel y volver a mi mundo cuando el reloj echara de nuevo a andar…

Leí las instrucciones, claras y breves: abrir el sobre y diluir su contenido en medio vaso de agua, beberlo de un solo sorbo con los ojos cerrados. La tomé sin pensar y pasó.

El reloj de la cocina se paró. Salí al salón, allí estabas. Habías venido a tomar un café, simplemente. Te miré a los ojos, profundos, enormes, mágicos…

Creí oírte en un susurro… “te lo dije…” o quizá sólo lo soñé… o quizá lo pensé o quizá esta vida es demasiado corta y demasiado estrecha para sentir tanto al mismo tiempo.

Mil besos dados y recibidos, mil caricias terminadas, guardados en tu memoria. Lástima que mi beso y mi caricia se perderán en el vacío breve de cinco minutos. Suerte que yo sí lo recordaré, para siempre.

Es mucho más sencillo recordar lo que nunca ha sucedido. Por eso nuestro beso será perenne y perpetuas nuestras caricias, aunque tú ya no las sientas y no puedan repetirse jamás.

El recuerdo del beso que no te he dado será mío eternamente e inmortal en estas líneas, aunque tus labios nunca hayan envuelto los míos.

miércoles, 10 de junio de 2009

ESTOY INTENTANDO MEAR

Estoy intentando mear, pero no puedo, Wilson está al otro lado de la puerta del servicio, gritando como un poseso. Llevo una hora meándome, me ha costado todo ese tiempo poder levantarme para venir al baño. Según parece, es imprescindible que mi culo esté permanentemente pagado a mi silla, lo contrario significa que no estoy trabajando, o eso dice Wilson.

- Smith, ¿qué haces? -me llama, aún con suavidad.

- Estoy en el baño….-no hay muchas opciones, unas más ortodoxas que otras, eso sí.

- Dime dónde está el cheque de la señora Parker.

- En tu mesa, en la esquina derecha de tu mesa -respondo.

- No lo encuentro. Ven a mi despacho y los buscas tú -la exposición es clara.

- Está en la esquina derecha de tu mesa. Mira ahí, seguro que lo encuentras.

-¡Smith, yo no lo veo!. ¿Quieres hacer el favor de salir y buscarlo tú? -va subiendo el tono.

- Estoy en el baño, te lo acabo de decir -contesto moderado y paciente.

- ¡Bueno, pues sal y lo buscas!-grita desaforadamente.


Creo que ya he meado. La verdad es que no tengo la certeza absoluta de haberlo hecho. Quiero decir que no recuerdo si, entre grito y grito, he logrado realizar todas las fases oportunas para completar con éxito la tarea. Sé que me desabroché el cinturón pero no tengo claro qué fue lo que sostuve con mis manos durante mi apasionante conversación sobre el cheque fantasma.


- Wilson, toma, aquí tienes el cheque.

- ¿Pero dónde estaba? ¿Dónde lo habías puesto? -pregunta, yo diría, sorprendido.

- Estaba aquí, justo en la esquina derecha de tu mesa.

miércoles, 3 de junio de 2009

UN BUEN CASO PARA MÍ

Trabajo en el famoso bufete “Stevenson & Peterson” desde hace siete años. Me llamo Smith y soy abogado junior. Wilson es el abogado senior más imbécil de la firma y también quien me evalúa trimestralmente. Me ha evaluado ya veintiocho veces pero nunca me aprueba. Dice que me falta visión jurídica y talento negociador. A él le falta pelo y veinte centímetros de altura y yo nunca le he dicho nada.

Estoy en mi pequeño despacho esperando a una clienta que Wilson me ha encasquetado porque dice que es un buen caso para mí, un desafío. Ya la oigo acercarse por el pasillo, pareciera que viene con prisa, con ansiedad…

- “¡Ay, hijo mío, pero qué lejos de la entrada está este despacho!”– exclama –“Buenos días, cariño, mi nombre es Martha, Martha Silk… encantada”.

La Sra. Silk se abalanza sobre mí y me estampa dos sonoros y pringosos besos en las mejillas. Es una mujer menuda, delgada, nerviosa, no para de gesticular. Lleva un gigantesco lazo rosa en la cabeza, cabello rubio teñido, muy rizado, enormes aros dorados en las orejas, gruesa raya negra en el ojo y bolsos y zapatos a juego con los aros.

- “Buenos días, Sra. Silk, ¿en qué puedo ayudarla?” – pregunto ¿interesado?.

- “Cariño, tengo un problema, un problema muy gordo y quiero una indemnización. MacPastor me ha estafado, a mí, y a miles de mujeres jóvenes y modernas como yo”- dice – “Quiero ponerles una demanda criminal y reclamarles un millón de dólares, mi dolor lo vale, he sufrido mucho con este tema, corazón” –afirma.

Siento una patada brutal en el hígado cada vez que pronuncia la palabra “cariño”, “hijo” o “corazón”. Me contengo, guardo silencio y fijo la atención en el lazo que se menea al ritmo de su voz.

- “Hijo, yo me compré hace dos días una laca de uñas, muy ilusionada con el color y el brillo del probador. Pero llegué a casa, me pinté con ella y cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que aquello no era Fresh Strawerry sino Dark Cherry, y encima ¡mate!”. La última frase la dijo casi gritando, golpeando el bolso contra el regazo y echando el lazo hacia delante.

-“Aha…”- alcancé a decir. ¿Mate?, ¿alguien ha dicho mate?, ¿que “mate”?, ¿puedo?... y mis ojos volvieron al lazo, a la frente y a la raya desdibujada de la mujer estafada por el pintauñas mate.