No sé si es una sensación o apreciación únicamente mía pero, dejando a un lado catástrofes naturales relacionadas con el agua cuya importancia y gravedad son indiscutibles, en España, en general y, en determinadas ciudades, en particular, la lluvia es un evento muy desagradable que modifica y, de hecho, determina nuestra vida.
No tenemos costumbre de tratar y convivir con ella, de modo que, cuando aparece, nos joroba los planes, nos es enormemente molesta, y dos días seguidos con ella son una pesadilla.
Y luego están las medidas de seguridad, sobre todo, las que nos aconsejan y recuerdan nuestros padres, familiares, amigos, los que nos quieren bien: "Llévate el paraguas" (asume que, seguramente, no lloverá pero si no lo coges, lloverá), "¿vas a salir con esta lluvia?", "mujer, quédate en casa, con este tiempo...", "pero hija mía, ¿esos zapatos vas a llevar?... ponte unas botas, criatura..".
Como tantas otras enfermedadas, manías y prejuicios, viajar te quita el miedo al agua, ya no te sientes un Gremlin..., te percatas de que tú mísmo eres mucho más que agua llorando del cielo... aunque no es fácil (no sé si habéis leído mi dramático relato sobre un día de lluvia ).
Según sé y he podido comprobar, en Edimburgo llueve bastante, mucho diría yo, en invierno, en primavera, en pleno mes de Agosto. Tenéis en la foto una linda tormentita sobre las Highlands, una preciosidad.
Y cuando llueve, llueve, con ganas, con brío, con alegría. Sin embargo, terminada la lluvia, sigue la vida, incluso antes de que termine, la gente no para, ni deja de andar ni de montar en bici, aunque tú creas que aquéllo es el diluvio universal y que en cualquier momento Noé se te acercará para pedir que tus perros, macho y hembra, se vayan con él.
Pero, amigos míos, en Edimburgo, en su calles, en sus calzadas, en sus pasos de peatones: NO SE FORMAN CHARCOS. Ejem, ejem... ¿acaso podemos decir lo mismo de nuestras ciudades?, ¿soy yo la única persona que mete el pié en gigantescos charcos que se hacen en nuestros suelos, a veces caídas sólo cuatro gotas?, ¿alguien más ha tenido que cruzar una calle o carretera por un lugar no habilitado para peatones porque el paso reglamentario parecía, precisamente, el mismísimo Lago Ness?.
Nos dijeron, nos repitieron y aún nos recuerdan que no hay marcha en Nueva York, y algunos se lo creyeron. Lo que está claro es que no hay charcos en Edimburgo y nosotros aquí, en cualquier parte nos topamos con un pequeño mar... qué alegría, qué riqueza en el paisaje urbanita. Desde luego, qué verdad es: Spain is different!.
sábado, 7 de febrero de 2009
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2 comentarios:
Pues a mi me gusta muchísimo la lluvia, para mi no es una catástrofe ni mucho menos, claro está, siempre que llueva con moderación. Pero de verdad que las calles se ponen intransitables, llenas de charcos... y lo que es peor, allí en las zonas donde el asfalto está levantado, vamos, donde hay agujeros... hay que andarse con mucho cuidado porque salir a la calle puede ser verdaderamente peligroso. Pero bueno... aún así, a mi me gusta mucho la lluvia jeje.
Saludos!!!
En las inmediaciones de mi oficina hay una baldosa traicionera, diseñada específicamente para almacenar cuidadosamente hectalitros de agua de lluvia, hasta que pasa un incauto y la pisa inocentemente.
Fdo. La incauta
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