Como yo todo lo que hago, lo hago a lo grande, nunca me he tatuado. Digo que nunca me he tatuado con ninguno de los métodos tradicionales. Yo me tatué hace muchos, muchos años de la forma más singular posible: con alquitrán.
En aquel tiempo hablaba sin parar pero nadie me escuchaba. No sé si me interesé por el tema y no obtuve respuesta o se me olvidó preguntar si aquella cosa negra, pegajosa y ardiente era peligrosa y, con las prisas y tal, me salpicó el asunto. Y ya no hizo falta preguntar más nada.
Como chiquilla coqueta y pizpireta que era, estampados cara, brazos y piernas de negras manchas achicharrantes, zumbando para el hospital, mi primer pensamiento fue una duda, muy atinada para el momento: “¿me querrá así Rafalito?”.
Téngase presente que “Rafalito” era un amigo de mi hermano mayor del que estaba locamente y ciegamente (muy ciegamente) enamorada. Yo tenía cuatro años y él diez, nuestro amor era imposible entonces.
Una vez en el hospital, me sentaron en una silla de ruedas forrada de sábanas blancas, me subieron en el ascensor y me pasearon por todas las plantas del hospital. Pero no me podían atender y curar, porque era muy pequeña aún, así que el paseo no sirvió para nada, únicamente para que el atajo de inútiles que me asistió se diera cuenta de que debían trasladarme al hospital materno infantil.
Y allí me bañaron de aceite y me liaron en vendas, como a las momias. Un mesecito de reposo, zampando queso, croquetas y macarrones. El médico nos dijo: “las quemaduras crecerán con ella, se estirarán con su piel… cuando sea adulta –y pueda ir a que la mareen al hospital del atajo antes mencionado- podrá operarse con cirugía estética y quitárselas”.
Pasa que claro, como llevo esta última media vida tan liada, y el resto que me queda, más liada todavía, no soy capaz de encontrar un día que me venga bien para que me duerman entera y me quiten el mapa del mundo que llevo encima.
Y luego está la gente. Tan linda siempre. Sobre todo cuando eres niño. Los niños, qué monos...
- ¿Eso qué es? ¡Qué feo!.
- Nada.
- Pareces Frankenstein.
- Y tú Drácula.
- ¿Lo dices por lo blanquita que tengo la cara?.
- No, lo digo por la sangre que te chorrea por la boca.
- ¿Quéfff?. ¡Ayfff, feñorita, me ha fegado, Fanfenstein me ha fegado!.
Los niños crecen, se vuelven chavales, jóvenes.
- ¿Eso qué es?
- Nada.
- Parecen hongos.
- Y tú un cardo borriquero.
- ¿Pero son hongos o no?
- Sí, son hongos de primer y segundo grado, justo el curso en el que tú dejaste de estudiar.
Los jóvenes se hacen adultos. Y ya no preguntan. No tienes que llevar en el bolso la grabadora con la historia titulada “Es que me quemé con alquitrán”. Sin embargo, en lugar de preguntar, mienten (esto lo hace mucha gente en otras circunstancias, es muy socorrido).
- Hola. Quería un gel para intentar peinar la ceja, la tengo muy rebelde, como la quemadura está justo encima, los pelos crecen a su aire…
- Sí, éste es muy bueno, lléveselo. Le durará perfecta todo el día… pero por la quemadura no se preocupe, no se nota nada.
- Mujer, no diga eso, ¿sabe con quién se casó el año pasado Rafalito? ¡No fue conmigo!
martes, 14 de julio de 2009
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10 comentarios:
No sé si conoces a Mafalda, pero su amiga Libertad, que era muy canija para su edad, contestaba lo siguiente cuando alguien le decía "qué chiquita eres":
-¿Ya sacaste tu conclusión estúpida? Todo el mundo saca su conclusión estúpida al conocerme.
Yo, que siempre he sido muy enano para mi edad me sentía identificado con ella, y aunque sé que son casos distintos, me he visto reflejado en esta entrada. Al final, no se sabe muy cómo, uno acaba desarrollando una capacidad para que te salgan respuestas ingeniosas y sarcasmos ocurrentes, que hacen que la gente caiga en lo estúpido de sus comentarios. Veo que eres (fuiste) de las mías.
Me ha encantado la entrada ;)
Un saludo
Pues a mí también me ha encantado, a mi me perseguían porque nunca aprendí a decir la doble R, pero nunca se me ocurrió una respuesta ingeniosa a la imbecilidad esa de: R con R cigarro....
Qué bueno es amanecer y leer algo bueno. Eso me está pasando hoy: primero, tu comentario en mi blog, luego en tu propia casa. Me recordaste un cuento de Benedetti, que creo que se llama Los Diferentes, en que dos personas feas hacen el amor. Qué viva la vida, como sea, como venga, con defectos , imperfecciones, manchas y contratiempos.
Un saludo
AD.
Vengo por aquí a menudo, pero no comento porque tengo el tiempo muy apurado y sois muchos en el blogroll.
Saludos!!!
Peibol, me ha gustado mucho tu comentario... no conozco a la amiga de Mafalda ¡pero me gusta su estilo! Muy bien señalado lo de soy (fuí) de las tuyas, lo soy (fuí).. Gracias por tu comentario.
Ya sabes Estodevivir, la gente está ahí para cuando la necesitas y para jorobarte un poquito la vida, si pueden...
Milibrería, mil gracias por tu visita y comentario y mil más por decirme que te recordé a Benedetti, sea en la forma que sea, ¡qué cosa!... un placer leerte a ti y recibirte en mi humilde morada...
Mike, encantada de verte por aquí... sólo quería decirte que leo tu blog, aunque no lo comento... a veces se me escapan cosas... saludos....
Tu blog es el primero con textos largos en fondo oscuro que leo con gusto.
Encontrar el punto de ironía justo, sin resultar recalcitrante y sin quitar protagonismo a la historia es más difícil de lo que parece.
Por cierto, no conocer a Libertad es imperdonable :-)
Uhmmmm... espero que me lo perdones...
Gracias por la visita y el comentario!!! Me alegra que te guste el fondo y el contenido. Lo cambié hace algunas semanas y me gusta cómo quedó. Así estará un tiempito... y la ironía, va conmigo, nací con ella yo creo.
Saludosssssssss..
Qué bonita sinceridad la de los niños, siempre atentos a cualquier cosa que se salga de lo normal, para hundir moralmente al más pintado.
Yo no sé qué hay que decir, quizá inventarse algo como "me tatue Rafelito en la frente y al quitármelo se me quedó así" :-)
Los niños... ya se sabe, una joyita... qué simpáticos...
Yo tampoco me he tatuado, pero hablé del tema. A ver si te gusta: http://circuloscerrados.blogspot.com/2009/05/la-chica-sin-nombre.html
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