Hace unos días experimenté la maravillosa sensación de verme atacada por un pastor alemán. No sé si os he dicho ya que me encantan los perros, he de señalar que los míos me gustan mucho, los de los demás, mejor con correa y con bozal, y no era el caso.
El año pasado, más o menos por estas fechas, llegando al portal presencié una escena de terror, del inmenso y paralizador terror de una señora de cierta edad que paseaba con su perro de talla mediana. La pobre se topó con el pastor alemán antes dicho. La mujer no reaccionó, de modo que tuve correr hacia ella y levantar a su perro por el arnés, para que el "pastorcito violento" no lo atrapara. Y logré mi objetivo, la señora me agredeció cariñosamente la ayuda y, desde entonces, su perrito me saluda como si se hubiera tomado una pizza conmigo alguna vez. El otro día la presa pretendida por el pastor alemán era mi perro.
Mi "peque", mitad "Pulguita", mitad pozo sin fondo, es un pedacito de pan, obediente y mimoso, pequeño y dormilón. Nos disponíamos a subir en el ascensor cuando, doblando la esquina fatídica del portal, el simpático vecino alemán nos divisó y comenzó a correr hacia nosotros.
Ésta es una de esas situaciones que a veces imaginas, viendo una película o leyendo una noticia, y piennas: "Madre mía, ¿qué haría yo en ese momento?, ¡qué susto!, ¡yo me quedo helada o le pego una patada al bicho o salgo corriendo o me compro el Vogue de Abril, especial primavera y me siento a leer!". En realidad, todas las teorías e hipótesis que valoremos no sirven para nada, porque en el segundo que tienes para reaccionar, te limitas a eso, sin pararte a pensar.
Debo hacer notar que, además de llevarme a mí misma y a mi perrito, cargaba con uno de mis bolsos -grande, como ha de ser- y una bolsa en la que transportaba un tupper de puchero -con su jamón, sus garbanzos, patatas, pollo, tocino...-. Afortunadamente, la maniobra no se vió afectada por mis accesorios: me agaché, cogí a mi perro en brazos, lo pegué a la pared y esperé a que el pastor alemán llegara a nuestra altura.
No tardó mucho el tipejo en alcanzarnos, se puso de pié y me golpeó en la cabeza con su hocico. Por suerte, sólo me hizo dos pequeñas brechas, dejándome un poquito dolorida en el brazo los días siguientes, pero nada más. Los dueños consiguieron reducirlo y yo me dirigí rápidamente para el ascensor, tanteándome la cabeza para comprobar que mi oreja, mis gafas y mi cerebro seguían en su sitio, pero con compañía.
La mano se manchó de sangre al tocarme y entendí que no había sido un golpe "seco". En este punto, la dueña se me acercó para socorrerme, asegurando o preguntando o divagando sobre mi estado: "¡Ay, no te ha hecho nada, no te ha mordido, menos mal", preciso momento en el que yo me miraba la mano y veía la sangre.
Qué simpática la muchacha, a ver si capan al perro o lo llevan a una finquita en el campo y deja de darnos sustos... pero chica, corazón, prenda mía de mis entrañas, es cierto, no me ha mordido pero criaturita guapa y preciosa, ¿la sangre de qué es?, ¿es de mentira?, ¿todo esto está de moda?, ¿es una cámara oculta?, ¿el deporte de este verano?, ¿salto de pastor alemán a la cabeza como disciplina olímpica?, ¿esto puntúa para la nota fin de curso o la selectividad?, ¿este tiempo cotiza a la seguridad social?, ¿acaso cotiza en bolsa?, ¿he sido mala y me merezco este mal rato?.
Para tranquilidad de todos, no ví luces blancas ni mi vida pasar, sólo me tragué la pared gris de mi portal y pensé que el atacante podría matar a mi perro o comerse el puchero. Conste en acta y quede claro me siguen encantando los perros: los míos me gustan mucho, los de los demás, mejor con correa y con bozal... ¡y no era el caso!.
lunes, 22 de marzo de 2010
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6 comentarios:
Yo siempre le echo la culpa a los dueños irresponsables.
Es la famosa ceguera del amo, que siempre está a por uvas cuando su perro te saca los ojos, eso si no lo acompaña del célebre "no, si no hace nada".
Ellos no ven, no oyen, no llevan la correa, no hacen ni caso.
Son los mismos que tienen un hijo que intenta asesinar a otro niño tirándole del tobogán y te dicen "si son niñoooooos", claro, porque son niños te lo digo a tí, mendrugo y no a tu hijo.
Aaaaaaaaaaaaaays. Bueno, lo importante es que tú y tu perrito estáis (más o menos) bien. Bueno, y el tupper.
Te felicito por haber reaccionado bien, yo seguro que me iba a por el Vogue.
Pobrecilla, que susto debiste pasar. A mí también me encantan los perros, pero cuando son un pelín agresivos dejan de gustar a cualquiera.
Espero que los dueños del perro tomaran medidas de verdad... dejar a perros así sin tomar alguna medida correctora es un acto bastante irresponsable por parte de los dueños. Imagínate que en lugar de ser tú el perro se avalanza sobre un niño pequeño, pues seguramente no hubieran sido sólo unos rasguños...
Un abrazo.
Denúncialo. Los perros (y más los pastores alemanes) se pueden y deben entrenar para que no se desboquen de esa forma. Sus dueños tienen que ser conscientes de que tener un perro exige asumir responsabilidades. Si no son conscientes de eso, la autoridad competente se lo debe recordar. Si no son responsables, que se compren un conejo de indias. Cuídate. Y cuida de tu pequeño. Un abrazo gordote.
Por cierto, me encanta esta nueva imagen de tu perfil. Parece que estás sonriendo, y la mirada se ve mucha más clara, brillante. Lo dicho, un abrazote.
loquemeahorro, los dueños... siguen sordos, un día nos encontraremos con una desgracia... ya verás... gracias, mi peque y yo estamos bien, preciosa...
superpatata, un niño, ¿te imaginas? desde luego... hubiera caído y no quiero ni pensar...
monikita, guapa, gracias... sí, sonrío en la foto... sonrío con mi perrito aquí... lo cuido muchooo, ayyyy, pero qué bueno esss... un beso para ti tambiénnnn....
gracias, tatiana ;-) me alegra que te guste mi blog... me alegra mucho....
En mi caso es al revés, yo tengo un perro grande, un bóxer, y estoy harta, pero harta de que la gente lleve al suyo suelto, y venga a incordiar al mío, que el pobre ya ha tenido varios sustos pq se deja hacer, y perro que vea que venga a morder al mío, patada que se lleva. Hombre ya! que hay veces que no puedo con mi pequéñín, que tiene mucha fuerza, y me ven luchando y no cogen a sus chuchos!
Y yo, denunciaba, que los perros cuando te tienen entre ceja y ceja, se acuerdan.
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