jueves, 9 de diciembre de 2010

CAPERUCITA ES RUBIA Y TIENE LOS OJOS AZULES

¡Cachis en la mar! Eso parece. Ya no sólo son trigueñas y azulojiles las tops más bellas del mundo, resulta que Caperucita también tiene claras la mirada y la estela.

Esta mañana andaba yo distraída y perdida por la red, en busca del espectáculo flamenco de mi profe de lo dicho, cuando me encuentro delante de mis narices el cartelito de una obra de teatro, "Caperucita Roja".

En ese cartelito, el lobo tiene un lomo con la longuitud de un velo de novia y la nena... ejem... la nena luce un tupido flequillo rubio y unos ojazos azules que no le caben en la cara... ¡¡¡leeeeechesssss!!!.

Pero vamos a ver, ¿por qué?, ¿quién lo dice?, ¿dónde lo pone?. Esto tengo yo que discutirlo cómo sea... ¡faltarías más!. Caperucita no puede ser así, debe tratarse de un error de imprenta o digital o algo... el diseñador es daltónico (¿?), se agotó la tinta oscura (...).

¡Voy a investigar!

Levanto la mirada de la pantalla del ordenador y constato que el último diccionario enciclopédico que adquirí es del 2004. Un poquito viejo, sí, vale. Pero ahí lo dejo, pobrecillo, también tiene derecho a vivir.

COMIENZO DE LA ACLARACIÓN:
Yo es que, desde chiquitilla, he pensado que los objetos, al contrario que algunas personas, tienen sentimientos. Lo descubrí a los cinco o seis años. Siempre he sido muy observadora ;)

Mi madre me llevó a una tienda de bolsos, a comprarme el primero de una larga, larguísima lista (...). Había dos opciones: uno azul marino, redondo y abombado con broche plateado o uno blanco, fino y elegante, con enganches dorados. Sentí tanta lástima del azul marino... ¡Oh, criaturilla mía!, ¿quién te va a querer a ti con lo horroroso que eres?. ¿Quién lo va a querer, dices? Pues la tonta que estaba allí delante, o séase, yo misma.

Allá dónde esté ahora mi primer y pequeño bolsito azul marino... (seguro que en el cielo de los bolsos, un lugar en el que ninguno se rompe y todos brillan y vuelan, ligeros como plumas pero profundos como el océano, un paraíso en el que juegan con otros bolsos iguales a ellos pero de distintos colores, tirándose por toboganes limpios y montando en columpios que no hacen daño si te pegas con ellos en la frente, disfrutando de grandes espacios de descanso y cuelgue -en lugar de estar apretujados en diminutos armarios, amontonados en sillas o altillos polvorientos u olvidados en rinconces inhóspitos de alguna casa, aunque poco antes de llegar a ella escucharan una voz femenina mentir, pérdon, rogar: "Sí, amorcito, sí, ya sé que es muy caro, pero me viene perfecto para varios de mis zapatos... será el último que te pido este mes, ¡lo prometo!-).

Allá dónde se encuentre, decía, se acordará mucho de mí y del cariño incondicional que le profesé hasta el último momento, hasta aquel infausto día, años más tarde, en que mi madre me lo arrebató de las manos en contra de mi voluntad porque no estaba dispuesta a cargar durante nuestra mudanza con "más porquería de la niña"*. *Frase literal de mi amadísima madre ;-D
FIN DE LA ACLARACIÓN


Estaba yo pensando antes de esta apasionante confesión... ¿cómo podría confirmar que Caperucita era cómo debía ser?, ¿dónde encontrar una fuente nueva, fresca, actualizada?, ¿qué hacer?... ¡consultar la Wikipedia! Los de la "Wiki" lo saben todo, esta gente es buena, se curran el tema, sí, sí, fijo que me confirman mi teoría de que Caperucita era morena y de ojos marrones... sí, claro, ¡y un jamón!.

Según la "documentación" que se conserva, esto es, lindas y primorosas ilustraciones del clásico, la niña del carajo era rubia... Sólo es morenita una versión estadounidense, acampanada y de labios rojos. En este último caso, una niña con esa boca y, encima, rubia, ya iba a cantar mucho -uhm, se me ocurre un ingenioso e inédito apelativo para Caperucita, ¡qué maravilloso es crear nuevas palabras con prefijos y sufijos!...-.

Ea, muchacha, pos nada: Caperucita también era rubia y de ojos azules.

¡Arggggg, ñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkjñlkj!

martes, 15 de junio de 2010

UN SOPLO DE AIRE FRESCO

No os recomiendo que vayáis a Elche en tren o en avión. Tampoco en autobús, sobre todo si alguno de los armatostes se para a la altura de Granada y se niega a continuar andando o volando. En mi caso el que se encabezonó en no seguir con su trabajo fue el autobús; si hubiera sido el avión, os habríais enterado antes. Vale, de acuerdo, la mejor opción era el bus.

Iba yo feliz de la vida viendo la película que nos habían puesto (“Tapas”), preparada para digerir ocho horas de trayecto sobre cuatro ruedas gigantes cuando, poco después de salir de Granada, el autobús comenzó a hacer ruidos extraños, el humo blanco nos rodeó, el motor se paró y la máquina se quedó encajada en el arcén de una carretera en una montaña cualquiera. No tuve la precaución de preguntar el nombre del sitio, aunque pasé allí hora y media. Sapos y culebras comenzaron a salir de la boca de los pasajeros.

“¡Mierda! Y ahora… a esperar a que venga el de reserva desde Granada… veremos cuánto tarda… “

“¡No me lo puedo creer, no me lo puedo creer!. Joder, para una vez que me pillo el directo, que es más caro pero tarda menos, va y se rompe… “

“¡Me cago en la leche! Esto es gafe… el tercero, el tercero en dos meses… ¡autobús en el que viajo, autobús que se rompe!”


Se hizo de noche, bajó la temperatura. Yo juraría por mi madre que lo que se oía a lo lejos eran lobos aullando… o es que he visto muchas películas de terror, una de dos. Así pasamos una hora y pico, esperando “la reserva”. No hay luz, el conductor ahorra energía. El que puede escucha música, otro llama a la familia. Y dos se gustan.

En los asientos delanteros, a la izquierda, un chaval de veintitantos charla en “Spanglish” con un mochilero estadounidense que no entiende qué ha pasado. En otro asiento delantero, a la derecha, una muchacha morena, de ojos grandes e Inglés básico se cuela en la conversación de los primeros. Y las chispas saltan, rebotan en el techo del autobús y yo, que estoy al fondo, las veo zigzaguear y luego desvanecerse, mezclándose con el aire, me incorporo en el asiento y respiro profundamente, un poco de aire fresco siempre viene bien.

Celebramos con aplausos la llegada del nuevo cachivache rodante. Nos mudamos. El chaval y la muchacha ya no hablan con el estadounidense tonto. Se sientan juntos y en el silencio del vehículo, de la noche y de la carretera, sólo se les oye a ellos. Se relatan la vida, se adornan y adulan el uno al otro, se ríen juntos, una hora tras otra. El rumor de su diálogo va y viene como el rumor del mar y la brisa de su deseo casi mueve las cortinillas.

Hemos parado en un restaurante de Lorca. Las señoras salen pitando para el baño; los señores se fuman un cigarrito. Después de un rato, la que escribe se planta en la puerta del bus, quiero subir pero no hay modo, está cerrado. El portátil pesa como uno de mesa. Miro a mi alrededor. Hay un gato negro a mi lado, qué bonito. Lo miro, me mira, nos hacemos amigos al segundo. Ojala pudiera llevármelo, no puedo. Le pongo carita de cordero degollado al conductor. Nos abre la puerta, ya nos vamos. Falta alguien, faltan dos.

Sí ya no tengo nada más que decirte, ni nada más que escuchar de ti, calla y mírame. Viviré en tus ojos y moriré en tu boca, resucitaré en tus brazos y latiré en tu corazón. Dame un beso… o dos, largos, fríos y dulces. Los guardaré aquí, con el primero que di y el que nunca recibiré. Si este viaje durara para siempre, para siempre sería tuya, ¿serías tú mío también?.

Pasan unos minutos. El conductor se cansa de esperar, toca el claxon varias veces. Los dos aparecen corriendo, vienen del parquecito que hay detrás del restaurante; el gato los mira y me mira y me guiña el ojo o yo se lo guiño a él. Ella sin aliento, con el pelo revuelto; él sonriente, con los labios rojos. Se suben al autobús y guardan silencio… en silencio es más fácil conservar en la memoria lo que nos sucede; lo que no ocurre, se graba de otra forma.

Hemos llegado a Elche. Me bajo del autobús. Ellos siguen, no sé hasta dónde. A la una de la madrugada las calles de Elche ya están puestas, pero la gente no. Mis tacones repican en el suelo y pesan en mi espalda el bolso, la mochila, el portátil, el expediente, mi paciencia, mi cansancio y mi sueño. No sé cómo acaba “Tapas”, tampoco sé si aquella aventura terminó con la última parada o la última parada fue sólo un principio.

El gato sigue rondando aquel restaurante. Todas las noches se da un paseo por el parquecito de atrás, para iluminarse, alegrarse y respirar aire fresco, porque no hay oscuridad que apague la luz que allí dejaron una noche un chico sonriente y una chica de ojos grandes.

Si aquel autobús no se hubiera estropeado y esa pareja no se hubiera encantado, yo no hubiera podido escribir este texto, o al menos, no tal como lo he hecho. Me alegro de que el autobús se rompiera. No me importó llegar mucho más tarde de lo previsto ni andar sola y cargada por una ciudad vacía y oscura. Mis tacones la llenaban y la chispa de aquel aire fresco aligeraba mi peso y alumbraba mi camino.

jueves, 20 de mayo de 2010

SI OYES CASCABELES...

Si oyes cascabeles, corre tras ellos… róbales un segundo de alegre tintineo… y resérvalo en tu memoria… para traerlo a ella cuando otra música te hiera…

Si ves luces y colores, bebe de ellos… unta tu cuerpo de luz… brilla en tu interior… para poder recordar cómo resplandecer bajo la noche…

Si disfrutas de una sonrisa, ríndete y sucumbe a ella… rueda en su llamada de júbilo… grábala en tu corazón… para repetirla cuando tu alma llore…

En tu amanecer, el ocaso de otro acudirá a ti para correr tras tus tintineos, beber de tu resplandor y sonreír contigo… la vida maravillosa e imperfecta iluminará al mundo por siempre… y tu llanto de hoy reirá mañana con él… ;-D

lunes, 17 de mayo de 2010

UN BESO CASTAÑO DE FRESA

¿Qué ha pasado?

No ha pasado nada, porque nada debía pasar.

¿Habéis hablado?

Yo sí he hablado, permití que el agua saliera para evitar ahogarme.

¿Y él qué ha dicho?

Nada; y no sé si me habla con los ojos o lo imagino... pero siento que piensa... piensa que le gustan morenas, divertidas, cuerdas y alegres.

Tú eres todo eso...

No, no lo soy. No soy morena, ni divertida, ni estoy cuerda y, a menudo, no estoy alegre.

Eso no es cierto...

Sí, es cierto y lo sabes. Por todo, por mí y un tanto por esto, me quedaré aquí, cobijada en mi mundo castaño de reflejos rubios, aburrido, loco y triste. Es así, pero es mío y lograré cambiarlo... y colorearlo de nuevo para que luzca como antes... vaciaré un millón de cubos de agua roja, amarilla y azul en sus paredes...

...la vida dará mil vueltas y yo dejaré de ser triste y aburrida, aunque siempre estaré un poco atolondrada y conservaré el beso que no le dí guardado en mis reflejos dorados... un beso castaño de fresa... frío, dulce y rojo...

lunes, 26 de abril de 2010

DULCE Y AMARGA BORRACHERA

El mundo gira sobre mí como un tiovivo, la cabeza me da vueltas. La culpa es mía o quizá tuya o quizá no es culpa de nadie, puede que todo sea simplemente casualidad, el destino o la suerte, buena o mala.

Siento un desasosiego dulce y amargo que me hace feliz y desgraciada a la vez, que alimenta mi curiosidad, ansías de sufrir más, querer y no poder... un desasosiego gestado en momentos, nacido en un instante.... quién sabe cuándo desaparecerá.

Si tuviera alas volaría, lástima que no tengo, debo superar esta borrachera sin levantar los pies del suelo. No es para siempre, se pasará tarde o temprano, con el tiempo, la lluvia o el calor… o al menos, así lo espero.

Como el flash de una cámara o el primer rayo de sol que te toca y te hace estornudar, te deslumbra por mil razones, pero pronto se apagará, su efecto de diluirá poquito a poco, como el café ardiendo pierde calor o el día va muriendo al llegar la tarde. Anhelo que sea así, ¿o no?

Dime un secreto: ¿tú serías capaz de regalarme un beso de tu boca?

Piénsalo en tu cabeza, siéntelo en tu deseo y lánzalo desde tus labios, en una brisa suave pero viva, roza mis ojos, mis mejillas y mi boca, pósalo suavemente en ella y abrázame con fuerza, apretaré mi pecho contra el tuyo para lograr que, al menos, en mis sueños, el tiovivo nunca deje de dar vueltas… y no se pase nunca esta dulce borrachera.

lunes, 22 de marzo de 2010

SALVADORA DE PERROS TITULADA

Hace unos días experimenté la maravillosa sensación de verme atacada por un pastor alemán. No sé si os he dicho ya que me encantan los perros, he de señalar que los míos me gustan mucho, los de los demás, mejor con correa y con bozal, y no era el caso.

El año pasado, más o menos por estas fechas, llegando al portal presencié una escena de terror, del inmenso y paralizador terror de una señora de cierta edad que paseaba con su perro de talla mediana. La pobre se topó con el pastor alemán antes dicho. La mujer no reaccionó, de modo que tuve correr hacia ella y levantar a su perro por el arnés, para que el "pastorcito violento" no lo atrapara. Y logré mi objetivo, la señora me agredeció cariñosamente la ayuda y, desde entonces, su perrito me saluda como si se hubiera tomado una pizza conmigo alguna vez. El otro día la presa pretendida por el pastor alemán era mi perro.

Mi "peque", mitad "Pulguita", mitad pozo sin fondo, es un pedacito de pan, obediente y mimoso, pequeño y dormilón. Nos disponíamos a subir en el ascensor cuando, doblando la esquina fatídica del portal, el simpático vecino alemán nos divisó y comenzó a correr hacia nosotros.

Ésta es una de esas situaciones que a veces imaginas, viendo una película o leyendo una noticia, y piennas: "Madre mía, ¿qué haría yo en ese momento?, ¡qué susto!, ¡yo me quedo helada o le pego una patada al bicho o salgo corriendo o me compro el Vogue de Abril, especial primavera y me siento a leer!". En realidad, todas las teorías e hipótesis que valoremos no sirven para nada, porque en el segundo que tienes para reaccionar, te limitas a eso, sin pararte a pensar.

Debo hacer notar que, además de llevarme a mí misma y a mi perrito, cargaba con uno de mis bolsos -grande, como ha de ser- y una bolsa en la que transportaba un tupper de puchero -con su jamón, sus garbanzos, patatas, pollo, tocino...-. Afortunadamente, la maniobra no se vió afectada por mis accesorios: me agaché, cogí a mi perro en brazos, lo pegué a la pared y esperé a que el pastor alemán llegara a nuestra altura.

No tardó mucho el tipejo en alcanzarnos, se puso de pié y me golpeó en la cabeza con su hocico. Por suerte, sólo me hizo dos pequeñas brechas, dejándome un poquito dolorida en el brazo los días siguientes, pero nada más. Los dueños consiguieron reducirlo y yo me dirigí rápidamente para el ascensor, tanteándome la cabeza para comprobar que mi oreja, mis gafas y mi cerebro seguían en su sitio, pero con compañía.

La mano se manchó de sangre al tocarme y entendí que no había sido un golpe "seco". En este punto, la dueña se me acercó para socorrerme, asegurando o preguntando o divagando sobre mi estado: "¡Ay, no te ha hecho nada, no te ha mordido, menos mal", preciso momento en el que yo me miraba la mano y veía la sangre.

Qué simpática la muchacha, a ver si capan al perro o lo llevan a una finquita en el campo y deja de darnos sustos... pero chica, corazón, prenda mía de mis entrañas, es cierto, no me ha mordido pero criaturita guapa y preciosa, ¿la sangre de qué es?, ¿es de mentira?, ¿todo esto está de moda?, ¿es una cámara oculta?, ¿el deporte de este verano?, ¿salto de pastor alemán a la cabeza como disciplina olímpica?, ¿esto puntúa para la nota fin de curso o la selectividad?, ¿este tiempo cotiza a la seguridad social?, ¿acaso cotiza en bolsa?, ¿he sido mala y me merezco este mal rato?.

Para tranquilidad de todos, no ví luces blancas ni mi vida pasar, sólo me tragué la pared gris de mi portal y pensé que el atacante podría matar a mi perro o comerse el puchero. Conste en acta y quede claro me siguen encantando los perros: los míos me gustan mucho, los de los demás, mejor con correa y con bozal... ¡y no era el caso!.

viernes, 5 de marzo de 2010

EL ABOGADO QUE NO ES MILLONARIO

El abogado que no es millonario siempre tuvo vocación y pasión por la defensa de la Justicia, estudió la carrera con ganas y deseó ejercer la abogacía.

Trabajó en un despacho, en dos y en tres y comprobó lo feliz y tranquilo que vive uno cuando son los demás los que trabajan gratis o a cambio de un sueldo miserable en "b" o un sueldo aún más miserable en "a".

Un día se lió la manta a la cabeza, se endeudó hasta la coronilla y se compró un pequeño pisito para establecer en él su despacho. Poco a poco se fue abriendo camino, peleando día a día. Y cuando llega al juzgado, porque es joven o es mujer o no lleva un maletín de piel de primera, algún funcionario, juez, compañero o cliente lo mira con recelo y desprecio.

Y le regatean los presupuestos, como en un zoco se regatean los precios, y las minutas, que permanecen meses sin abonar, después del arduo trabajo, del tiempo dedicado, del sueño arrebatado y la preocupación soportada. Y algunos meses pide aquí o allí para pagar esos gastos fijos que no saben de ingresos que van y tardar en venir, como el Guadiana.

A menudo alguien cercano le pide un favor, un favor que no se limita a hacer una llamada de cinco minutos o leer dos folios, sino que se extiende a más tiempo, más estudio, más dedicación, que roba a otros asuntos o a su descanso o a su entretenimiento y que no debe cobrar, pues corre el riesgo de parecer miserable y prepotente.

Y en los paseos de la vida, disfruta de las lindas apreciaciones que la gente se permite manifestar en voz alta, sin pudor, ni consideración, sin conocerle ni haber comido nunca con él, sin tener la más remota idea de nada: "todos los abogados son unos gilipollas, todos estáis cortados con el mismo patrón, sois todos unos chorizos".

Por eso a veces oculta su profesión, y se calla o se hace el loco, para que nadie diga, si viaja o se compra un coche nuevo eso de: "Claro, como es abogado". Para que nadie le recrimine que sepa un poco de esto o aquello, para que le permitan pagar a plazos una batidora, como a cualquier hijo de vecino.

El abogado que no es millonario, un día aprobó selectividad y eligió hacer Derecho, dedicó algunas noches de su vida a estudiar Historia, Economía y Procesal, perdió algún tiempo de su vida, ahorró de la nada para empezar a trabajar, luchó por los derechos de sus clientes, fue honesto, trabajador, razonable en sus honorarios, aplicó festivos y domingos a trabajos pagados y trabajos regalados, reflexionó largamente sobre asuntos complejos, hizo de contable, secretaria, pasante, abogado y psicólogo... y más tarde, comprobó también que era como todos, porque Hacienda somos todos ¿no?, y por eso el Sr. Impuesto venía a mirar debajo de su alfombra, por si se había deducido demasiada gasolina en su ridícula declaración de la renta. Qué mundo el nuestro ;-(.


Dedicado a todos mis compañeros, esos abogados de vocación, que no son millonarios y que sufren clientes pesados, compañeros deshonestos, la lamentable administración pública y los prejucios de la gente. Sois los mejores ;-).

martes, 16 de febrero de 2010

EL PERRO VOLADOR

- Niño, ¿duermes? -susurra una voz de mujer.
Silencio.

- Niño, ¿me escuchas? -la misma mujer con la misma voz repite.
Suena el silencio en el dormitorio, el viento silba fuera con furia.

- ¡Niño!, ¿me estás escuchando o qué? -la voz y la mujer gritan.

- ¡Mari, por Dios!, ¿qué quieres?... -responde una voz medio dormida.

- Oye, ¿has atado a Pulguita?.

- Sí, claro que sí.

- ¿Estás seguro? -insiste.

- Sí, claro, mujer, duérmete ya...


Pulguita es un perrito menudo y enclenque que recogieron de la calle cuando era un cachorro. Tiene las patitas delanteras muy cortas, la cabeza grande para su pequeño cuerpo, el estómago delicado y el pelo calamitoso.

Pulguita es un angelito de color negro, obediente y juguetón, con enormes orejas que se despliegan y saltan mientras trota feliz por el patio, siempre que el suelo no esté mojado, odia la lluvia.

Pulguita es ligero como una pluma y cuando el viento sopla con ganas, él acaba volando de un lado al otro del patio, casi planeando con sus gigantescas orejas y ladrando al aire, como si quisiera morderlo para lograr que lo suelte.


- Mari, ¿duermes? -susurra la voz de hombre.
Silencio.

- Mari, ¿me escuchas? -el mismo hombre con la misma voz repite.
Suena de nuevo el silencio en el dormitorio, el viento continúa silbando fuera con furia.
Se oye un ruido, como un golpe amortiguado.

- ¡Mari!, ¿me estás escuchando o qué? -la voz y el hombre gritan.

- ¡Niño, por Dios!, ¿qué quieres?... -responde una voz medio dormida.

- Oye, sólo por curiosidad, ¿por qué me has dicho antes lo de Pulguita?

- Por nada... sólo que me ha parecido ver un bulto pasar volando por delante de la ventana -responde Mari- ¿a qué viene esa pregunta?.
Silencio, profundo silencio. El viento sopla con fuerza.

Pulguita ha aterrizado encima del poto gigante que se trajeron de casa de la suegra de Mari, ya no cabía en el salón, tocó techo.

- Pues Mari... no estoy yo seguro de haber atado al perro...

martes, 26 de enero de 2010

SÓLO SOY UNA CHIFLADA

Soy más que una chiflada que da la lata, aunque no lo creas ni lo quieras creer, aunque me ignores, aunque te sea indiferente, aunque no me entiendas, aunque no quieras comprenderme.

Soy una chiflada inteligente, tozuda, risueña, irónica, extrovertida, cotilla, tenaz, crítica, constante, pesada, divertida, absurda, ingeniosa, idealista, ingenua, alegre y triste.

Tú no eres así, por eso todo lo que soy no te parece nada, nada digno de tu tiempo, nada digno de ti... por eso, o por cualquier otra estúpida razón, que incluso tú desconoces.

A lo mejor la chiflada que da la lata sólo quiere sentarse un momento y hablarte, hablarte del tiempo, de los pájaros, de las plantas, del precio de las ciruelas o del paro, o de inmigración, o de música o de cine, o de mil cosas de la vida.

Pero la chiflada se desespera porque nunca quieres escucharla, ni responderle, por eso escribe en este pedacito negro, donde otros distintos a ti la leen, aunque no entiendan nada, aunque no sean tú, ni como tú.

Un minuto de tu tiempo, dos palabras de tu boca, tres miradas de tus ojos, cuatro mensajes sin respuesta, cinco noches en vela, seis recaídas pasadas, siete meses de locura, ocho negativas dadas, nueve vidas sin vivir, diez relatos inspirados, todo para ti es nada... sólo soy una chiflada.

miércoles, 20 de enero de 2010

LO QUE FUE DESEO, YA NO ES

Quisiera ponerle un nombre, llevo semanas intentándolo, pero soy incapaz de encontrar la etiqueta para este producto hecho de restos mezclados, un kilo de duda, un trocito de pena, una cucharadita de nostalgia, un chupito de orgullo y una pizca de dolor.

¿Llegaste a entenderme o te ahogaste en mi mar de divagaciones, explicaciones y maldiciones? Alguién que tú conoces bien y yo poco o nada, me pidió cuentas; si lo hizo, amigo mío, es que nunca me comprendiste.

Por eso siento pena. Siento duda porque nada se resolvió, siento nostalgia por los escasos y breves ratos divertidos, zigzagueando contigo, siento orgullo... orgullo ignorado, olvidado, despreciado... perdido, quizá ahogado junto a ti.

Y siento dolor, porque nada de lo que quise fue, y lo que fue deseo, ya no es.

domingo, 17 de enero de 2010

AVATAR O EL REFRITO

Jack es primo de John Smith, el rubito de Pocahontas. Daikiri, que es como parece que Jack llama a su chica, es sobrina de Pocahontas. Y el guionista de Pocahontas era un chico de mente distraída y vicios confesables que un día se fumó un porro y escribió "Avatar".

"El ciclo sin final que eterno era", esta vez al modo Pandora, une a estos seres de narices aplastadas y ojos separadísimos, casi duele verlos, con seres extraños y árboles complejos, sabios y poderosos, pero inactivos y pasivos hasta el aburrimiento.

El atractivo del protagonista reside en haber sido doblado por la voz de Brad Pitt, no le encuentro más fondo a este chico; el carisma del empresario menudo es inexistente, destacando en él un único rasgo, a compartir con el árbol: ser un pusilánime.

La maldad del "marine musculito" es infantil, básica e inconsistente, presentándose como una caricatura de sí mismo, de algo que recuerda a Bush y a su "ataque preventivo" (¡qué original!).

Todavía busco a la doctora, encarnada por Sigourney Weaver, no fuí capaz de encontrarla en la película, a penas recuerdo una camiseta y un plato de comida que obliga a comer a Jack. ¿Dónde estaba esta mujer? ¿qué fue de ella? ¿por qué?...

Los actores flotan sobre las imágenes en 3D, lo único sólido en una película más que previsible, ya vista, donde los protagonistas se van ahogando poco a poco en el mar que forman las lagunas del guión: ¿qué gran actividad resultaba de las conexiones entre los árboles?, ¿qué objeto tuvo la espera de las fuerzas armadas? ¿cuándo carajo dormía el Jack humano?, ¿por qué tanto corte a discreción?, ¿dónde están los personajes?.

Afortunadamente, el ciclo sin final no fue eterno y las tres horas de vueltas no se hicieron pesadas. Sin embargo, dudo mucho que vuelva a girar con él.

jueves, 14 de enero de 2010

MI PRECIOSA CRIATURA

Mi preciosa criatura sigue aquí. Tan negra como quedó, tan blancas las letras que bordé en ella, para desahogo de mi cabeza y mi corazón.

Aquí siguen mis locuras de destinatario incierto, mis videos de humor, mis enlaces favoritos y mis perros abandonados. Todo sigue igual. También en mí, en un espacio diminuto y escondido, todo sigue igual.

La tristeza y el tormento alimentan a las musas; voy a poner a dieta a las mías, a dieta de ironía, que no es otra cosa que la tristeza vestida con un traje distinto, más lustroso.

Gracias a todos los que habéis seguido con ella, cuidándola, vigilándola... manteniendo viva mi preciosa criatura.