viernes, 7 de agosto de 2009

TODAS LAS BODAS NO SON IGUALES

Algunas bodas son un compromiso, una obligación, un suplicio, efecto de la inercia, la costumbre y el aburrimiento. Los hijos son piedras, parches y excusas. Otras no.

Queridos seguidores, pido disculpas. Estos primeros días del mes de Agosto han sido complicados, "densos" diría yo. Me ha sido imposible resolver la vida de Restituto o continuar la serie sobre abogados.

Agradezco infinitamente vuestras visitas, vuestros comentarios y votos, vuestros ánimos y, especialmente, las críticas, positivas o negativas de mis relatos. Os lo agradezco, de verdad, más de lo que imagináis.

Hoy os dejo aquí un video, la entrada de los novios en la iglesia. Espero que os regale una sonrisa en los labios. A mí me la dió, además de alguna lágrima.

Un abrazo a todos y mil gracias por leer mis relatos surrelistas, irónicos, cómicos y extraños. Como yo.




Según parece, el intérprete de la canción es el novio de la cantante Rihanna (la de la Umbrella...), condenado por golpearla, después de que esta pareja adornara su boda con él. Así que, al recibir tantas visitas, los novios, hoy esposos, decidieron que las donaciones que algunos usuarios de youtube o de la red quisieran hacer, las aplicarían, directamente, a una fundación de ayuda a las mujeres maltratadas.

miércoles, 29 de julio de 2009

EL BLANCO Y EL ROJO (3ª PARTE).

Restituto no piensa, ni reacciona, pero cree que el asunto se le está yendo de las manos, la conversación entre El Blanco y El Rojo ha llegado a cotas de surrealismo superiores al mismo hecho de que estén allí, colgado de la cortina de tita Julia uno y sentado en el zapatero de tito Antonio otro. Su salud mental le aconseja poner fin a la escena.

- Yo lo haría pero no quiero que me vean los vecinos. Luego en las reuniones me nombran presidente para vengarse y no pagan las cuotas, me roban el correo, no me aguantan la puerta cuando llego y no me esperan con el ascensor si ven que entro al portal. Es un suplicio.

- Bueno, Restituto, eso se arregla. Mira, ponte el peluquín que tienes detrás del mueble del salón, el que se le cayó al tito Paco cuando vino a visitarte tres semanas hace unos años y se quedó siete meses. Las gafas de sol que perdió aquí tu tita Loli, la de Teruel, tipo mosca de la tele, las tienes en el cajón de abajo del mueblecito del pasillo, póntelas también.



- Restituto, ¿te das cuenta de que te avergüenzas de lo que haces? Te disfrazas para hacer algo malo, ése no es el camino y lo sabes. Además, el peluquín debe tener sapos, culebras y gremlins, ¡pones en riesgo tu salud física y mental por cuatro sardinas de nada!.

- Hombre, cuatro sardinas de nada no eran, que a mis amigos les gustan mucho y no nos cansamos de hacer y hacer y hacer… con unas patatitas fritas y unas cervecitas frías… ¡uf, qué gusto!. Espera, Rojo, que me levanto.

- ¡Noooo, no te levantes!- El Blanco, en un alarido, no puede impedir que Restituto se incorpore, se ponga sus zapatillas de invierno (en verano, calorcito bueno) y se dirija al salón.

- Venga, que ya estamos. Retira el mueble y coge el peluquín, te viene perfecto. Sanéalo un poquito, quítale el polvo y esa pelusa que tiene. No, ése es el peluquín, lo otro es la pelusa. Eso. Sí, vale, bien. Ahora busca las gafas. Están sucias. Límpialas, anda. Listo.

Restituto se dirige a la puerta, dispuesto a salir. Lleva la bolsa de basura en la mano, la aleja un poco del cuerpo.

- ¡Restituto por Dios, Restituto que te pierdes! ¿Ni un pantaloncillo te vas a poner para salir a la calle? ¿vas a hacerlo en paños menores?, ¡con lo ajustados que te quedan! ¡y sales sin haber ido al baño! Qué escándalo…

Hace rato que Restituto no ve ni oye al Rojo y al Blanco. Ya ha salido por la puerta. Entra en el ascensor. Pulsa el botón B. El ascensor se para en la segunda planta. Se sube su simpática vecina rubia. Sólo es capaz de decirle buenos días. Ella lo mira, de arriba abajo, con parada discreta y breve en los calzoncillos de mercadillo.



- Muy buenos días, sí señor. ¿Qué tal la fiesta de disfraces?
- Bien, muy bien… estupenda, cenita divertida con amigos.
- Hombre, vecino, pues para la próxima, me invita.

Podría decirse que Restituto levita desde el portal hasta el contenedor. En él, un enorme cartel plateado le recuerda que está incumpliendo la Ley, una orden municipal, para ser exactos. Ahora mismo, eso le importa poco más que un carajo y bastante menos que un pimiento. Deposita la bolsa dentro, se da la vuelta y se topa con un pequeño gatito con el lomo negro rojizo y el pechito blanco, blanco roto.

Restituto se agacha, lo toma en brazos y lo sube a casa. Nunca más tendrá que preocuparse de los restos de las sardinas. Las cortinas de tita Julia parecen balancearse ligeramente. La vecina de arriba sigue limpiando y sus tacones continúan sonando sobre la cabeza loca de Restituto.

lunes, 27 de julio de 2009

EL BLANCO Y EL ROJO (2º PARTE).

- Joer, colega ¿todavía no le has dicho nada? Llegas antes que yo y no aprovechas. Tú ves como eres tonto. El personajillo en tanga grita dirigiéndose a las cortinas de tita Julia. Restituto se restriega los ojos y los abre como platos.

- ¿Dónde te has dejado el respeto, bichillo enfermo? ¿Así me hablas? Qué poquita vergüenza te tocó en el reparto, criatura. Yo no tomo provecho de las circunstancias, yo soy bueno, los buenos no necesitamos jugar sucio. El ser de la túnica blanca responde presto.

- Yo soy bueno, los buenos no necesitamos jugar sucio –dice el tanguita rojo en tono burlón-, ¡ay, pero qué penita me das!, ¡ni tú te crees lo que dices! Voy a ir para allá y te voy a colgar de la barra de esa cortina, con la túnica blanca esa que llevas, uhm, no veo bien... ¿esa cuál es, la blanco roto o la champagne?

- Claro, tú como siempre te pones el mismo tanga… déjame decirte que, después de treinta y cuatro años con ellos puestos, ya es horita de que los laves… no te molestes, pero hasta aquí llega el tufillo…

- ¿Pero qué dices, volao? Que yo tengo el armario lleno de tangas como éste, como Fidel de trajes caqui y Chávez de camisas rojas, que no te enteras, pero mira que eres cortito… así te va como te va…

-¡Eh, eh, eh! ¿Pero esto qué es? ¿quiénes sois? ¿qué hacéis aquí? ¿qué queréis? ¿es la túnica blanco roto o champagne? ¿siempre llevas el mismo tanga?.
Restituto tiene los ojos rojos de tanto restregarse y el cerebro seco de exprimirlo para explicar lo que pasa. Desvaría.

- Madre mía, estoy idiota. El conflicto que se presenta ante mí me ha vuelto imbécil, pero qué cierto es que el hombre es un cristal y la mente lo puede todo... se dice a sí mismo en voz baja.

- Oye, tú, ricura, no te pongas profundo. Soy Restituto El Rojo, el fantoche de la cortina es Restituto El Blanco. Nacimos el mismo día que tú. Bueno yo salí el último, soy el mayor, que conste.



- Vuelta otra vez con la burra al trigo... Te he dicho millones de veces que llegamos a este mundo a la vez –dice El Blanco con resignación- Amigo, estamos aquí para aconsejarte en esta compleja situación que tienes ante ti. Por supuesto, mi recomendación es que soportes estoicamente el olor a sardina y tires la basura esta noche.

- ¿Pero tú estás tonto? ¿no has visto la cara de mareo que tiene? Este no aguanta todo el día con el perfume. Restituto, guapo, hazme caso, baja la basura ahora y listo. Si nadie se va a enterar, hombre.

- Lo mareas tú, no las sardinas. La norma es la norma, Restituto, lo sabes. No debes incumplirla, debes seguir siendo el chico honrado y honesto que tus padres se esmeraron tanto en educar.

- Sí, sí, honrado y honesto… por eso salió de aquel chino con dos marcos de fotos, sin pagar uno porque la chinita de turno se había equivocado al darle la vuelta… ¡y el no dijo ni mu!


- Bueno, bueno, eso fue un error simplemente. No fue deliberado, cualquiera puede confundirse. Restituto es un chico que siempre hace lo correcto, ¿verdad Restituto?

Restituto está callado, como en misa, cuando la gente está callada en misa, claro, no cuando el niño corretea, la niña se ríe, los amigotes charlan y el bebé berrea. Mira las cortinas, mira el zapatero, como en un partido de tenis, y le embarga la sensación de haberse comido precisamente una pelota de tenis que le está aplastando el conocimiento, por eso la cortina dorada es un tío con túnica blanco roto o champagne y el zapatero no es marrón, sino rojo tanga en serie.

- Yo… yo… yo no sé qué decir… -alcanza a responder – yo no quiero infringir las normas, pero no soporto este olor, la casa apesta, no puedo respirar, comimos mucho… estoy agobiado.



- Pues claro, hombre, por eso tienes que tirar la basura ya y dejarte de chorradas. Venga, vamos, te ayudo a cerrarla… o mejor no, no la cierres, que se esparza y se caiga cuando el camión la recoja… ¡qué chulo!

- Restituto, no hagas caso, no puedes hacer eso. Si lo haces, acabarás defraudando a Hacienda y marchándote de las gasolineras sin pagar.

- Es… es… esto, perdón, quería decir solamente que no tengo coche…-
interviene Restituto.

- Por eso, Restituto, por eso, caerás en una espiral de desenfreno, maldad y descontrol y la gasolina que robes no te servirá para nada.

- Idiota, ¿qué dices? ¿no has oído que no tiene coche? Este tío es imbécil. Mira, Restituto, no le des más vueltas. Vamos, bájala ya, que me quiero ir a duchar y cambiarme de tanga.


viernes, 24 de julio de 2009

EL BLANCO Y EL ROJO (1ª PARTE).

Restituto acaba de despertarse. Le duele la cabeza. Su dormitorio huele que apesta. Son las nueve de la mañana, lo sabe porque la hortera de su vecina de arriba ya está taconeando, es la hora del baile de la limpieza. Los tacones son el accesorio básico de cualquier amo o ama de casa que se precie.

Restituto todavía no ha abierto los ojos. En lo más profundo de su corazón guarda la vana esperanza de que, si no los abre, no comenzará el día y no se verá obligado a enfrentarse a la encrucijada con la que se había ido a dormir la noche anterior.

Restituto está de vacaciones y anoche invitó a unos amigos a cenar. Muchas sardinas, sardinitas ricas. Los restos de las sardinas huelen mal, muy mal, espantosamente mal. La cocina es zona de guerra y el resto de la casa, incluido él mismo, todo su cuerpo, desde la punta de su pelo al uno, hasta sus deditos meñiques de ambos pies, todo, todo, todo, huele a las sardinas de ayer.



Restituto tiene ganas de mear, también tiene ganas de que la vecina del segundo, la rubita simpática, le diga algo más que buenos días en el ascensor, pero se aguanta las dos cosas. Volvamos a lo nuestro, decía que tiene ganas de mear. No controla ya, ni la vejiga, ni los ojos, no puede evitar abrirlos, la tragedia se cierne sobre su (inútil) cama de matrimonio y su ajustado calzoncillo de mercadillo… Restituto, es mucho Restituto, él y todo él.

Restituto mira al techo. ¡Qué bonita la lámpara estilo oriental que le regaló tito Luís!. Ahora echa los ojos a la derecha. ¡Qué lindas quedaron las cortinas que le cosió tita Julia!. Luego a la izquierda. ¡Qué horroroso el zapatero gigante que le trajo tito Antonio!. Qué generosos y cariñosos los titos. Qué feliz y afortunado se sintió por haber compuesto su hogar como si fuera un collage de estilos y gustos diversos, gracias a sus amantísimos titos.



Restituto recordó que fue el tito Pepe quién le regaló el cubo, rosa fosforito,para restos orgánicos, que ahora estaba en la cocina convertido en una bomba a punto de estallar. Restituto no había bajado la basura la noche anterior y no podría hacerlo ya, al menos, hasta las ocho.

Las normas son claras en verano: nada de depositar basuras entre las ocho de la mañana y las ocho de la tarde. Son las nueve. Restituto nunca incumple las leyes, los reglamentos, las normas de su comunidad o las condiciones generales de la entrada del cine. Eso es así.

El taconeo de la vecina limpiadora se hace más intenso, la cabeza le va a explotar. No sabe si es el estallido o las diez cervezas que se tomó anoche, u otra razón más extraña y menos racional, pero le ha parecido ver algo colgando de las cortinas de tita Julia. Una pequeña figura humana, semejante a la suya propia, vestida con una túnica blanca le saluda con la mano. Aparta la mirada, asustado de lo que sus ojos le enseñan.

Los pelos, cada pelito del cuerpo, se le eriza cuando se da cuenta de que encima del horrendo zapatero de tito Antonio, hay otro ser, clavadito a él, vestido con lo que, a todas luces, parece un tanga rojo. Éste también hace gestos, pero no es exactamente un saludo, es más bien un corte de mangas.

jueves, 16 de julio de 2009

EL HECHIZO DEL BAÑO DE SEÑORAS

Todos los baños de señoras del planeta se encuentran en complejas y peculiares coordenadas espacio-temporales, que los convierten en una subcategoría de los agujeros negros, tal como ocurre con los desayunos y vacaciones de algunas personas.

La primera manifestación del fenómeno es la fuerza invencible que empuja a todas las mujeres a ir hacia ellos ante la sola invitación realizada por otra mujer. La afirmación es obligada y automática: “Voy al baño, ¿vienes?”, “Sí”. Ya van dos, a menudo tres o cuatro.

Mágica e inexplicablemente, el tiempo se detiene: “¿Tienes papel en el tuyo?”, “No, pero tengo kleenex”, “Dame uno”, “Mi puerta no cierra bien”, “Espera que te la aguanto”, “Yo aquí no me siento, está todo mojado, ¡qué asco!”, “La cisterna no funciona”, “¡Madre mía, y el suelo encharcado!”, “Niña, aguanta medio agachada”, “¡Qué suplicio!”.

Las demás mujeres necesitadas de descarga se amontonan en la puerta. Y crece la cola. Se amontonan en la puerta del baño del bar, del baño del restaurante, del baño de la feria, del baño de la estación de autobuses. En el baño del restaurante la mamá entra con el nene. El nene ameniza el ratito dando por saco, abriendo los grifos y tirando del rollo de papel higiénico.

En la puerta del baño del bar, las aspirantes se miran con disimulo, examinando concienzudamente el material con el que fue construido. Aquélla ha salido y no se ha lavado las manos, qué puerca. El techo se agota, no da para más, ahora tocan las paredes y las puertas, a ésta no le vendría mal una manita de barniz.

Una vez hice pis en Harrods, en el baño de Harrods, se entiende. Lo recuerdo con cariño y nostalgia. Allí no había cola sino una señora uniformada que movía las manos a modo de policía de tráfico o señalero de aeropuerto. Regulaba el tránsito (…), todos los recursos disponibles y prohibía el paso a carritos de la compra y de bebé. No permitía el acceso a la pista de despegue hasta que los aposentos individuales se habían liberado y se encontraban listos para su uso.

En la puerta del baño de la oficina tampoco tienen cola pero sí barullo. Hay un enfermero atendiendo a una pobre lesionada. Maricarmen, hoy está de Santo y le ha tocado el premio gordo.

- ¿Qué le ha pasado a Maricarmen?

- Se ha roto el tobillo, un dedo y dos dientes.

- ¿¡Pero qué me dices!? Si la acabo de ver yendo al baño.

- Pues allí ha sido.

- ¿Qué hacía?, ¿escalada?.

- Parece que no tenía a mano papel higiénico y se puso de pie encima del váter. Se resbaló, metió un pie en la taza y otro se le encajó entre la pared y el váter, con tan mala suerte que, cuando se agarró al marco de la ventana para evitar la caída, ésta se cerró por un golpe de aire, atrapándole la mano, el cuerpo se le fue para adelante y se dio en la cara con el lavabo.


Maricarmen conservaría intactos su tobillo, su dentadura y su mano si en lugar de tener una bruja cotilla en recepción, contáramos con una maga señalera blanca o gris que anulara con sus artes el hechizo que pesa sobre el baño de señoras.

martes, 14 de julio de 2009

TATUAJE CON ALQUITRÁN

Como yo todo lo que hago, lo hago a lo grande, nunca me he tatuado. Digo que nunca me he tatuado con ninguno de los métodos tradicionales. Yo me tatué hace muchos, muchos años de la forma más singular posible: con alquitrán.

En aquel tiempo hablaba sin parar pero nadie me escuchaba. No sé si me interesé por el tema y no obtuve respuesta o se me olvidó preguntar si aquella cosa negra, pegajosa y ardiente era peligrosa y, con las prisas y tal, me salpicó el asunto. Y ya no hizo falta preguntar más nada.

Como chiquilla coqueta y pizpireta que era, estampados cara, brazos y piernas de negras manchas achicharrantes, zumbando para el hospital, mi primer pensamiento fue una duda, muy atinada para el momento: “¿me querrá así Rafalito?”.

Téngase presente que “Rafalito” era un amigo de mi hermano mayor del que estaba locamente y ciegamente (muy ciegamente) enamorada. Yo tenía cuatro años y él diez, nuestro amor era imposible entonces.

Una vez en el hospital, me sentaron en una silla de ruedas forrada de sábanas blancas, me subieron en el ascensor y me pasearon por todas las plantas del hospital. Pero no me podían atender y curar, porque era muy pequeña aún, así que el paseo no sirvió para nada, únicamente para que el atajo de inútiles que me asistió se diera cuenta de que debían trasladarme al hospital materno infantil.

Y allí me bañaron de aceite y me liaron en vendas, como a las momias. Un mesecito de reposo, zampando queso, croquetas y macarrones. El médico nos dijo: “las quemaduras crecerán con ella, se estirarán con su piel… cuando sea adulta –y pueda ir a que la mareen al hospital del atajo antes mencionado- podrá operarse con cirugía estética y quitárselas”.

Pasa que claro, como llevo esta última media vida tan liada, y el resto que me queda, más liada todavía, no soy capaz de encontrar un día que me venga bien para que me duerman entera y me quiten el mapa del mundo que llevo encima.

Y luego está la gente. Tan linda siempre. Sobre todo cuando eres niño. Los niños, qué monos...

- ¿Eso qué es? ¡Qué feo!.
- Nada.
- Pareces Frankenstein.
- Y tú Drácula.
- ¿Lo dices por lo blanquita que tengo la cara?.
- No, lo digo por la sangre que te chorrea por la boca.
- ¿Quéfff?. ¡Ayfff, feñorita, me ha fegado, Fanfenstein me ha fegado!.


Los niños crecen, se vuelven chavales, jóvenes.

- ¿Eso qué es?
- Nada.
- Parecen hongos.
- Y tú un cardo borriquero.
- ¿Pero son hongos o no?
- Sí, son hongos de primer y segundo grado, justo el curso en el que tú dejaste de estudiar.


Los jóvenes se hacen adultos. Y ya no preguntan. No tienes que llevar en el bolso la grabadora con la historia titulada “Es que me quemé con alquitrán”. Sin embargo, en lugar de preguntar, mienten (esto lo hace mucha gente en otras circunstancias, es muy socorrido).

- Hola. Quería un gel para intentar peinar la ceja, la tengo muy rebelde, como la quemadura está justo encima, los pelos crecen a su aire…
- Sí, éste es muy bueno, lléveselo. Le durará perfecta todo el día… pero por la quemadura no se preocupe, no se nota nada.
- Mujer, no diga eso, ¿sabe con quién se casó el año pasado Rafalito? ¡No fue conmigo!

viernes, 10 de julio de 2009

CARA Y CRUZ

CARA O DON AMOR

Don Amor es una arquitectura humana de ojos preciosos y brazos sólidos. Don Amor es una boca jugosa custodiando la retaguardia perfecta. Don Amor es una sonrisa completa sobre un torso de mármol. Don Amor es una tentación inmensa, una inspiración interminable, una fábrica de musas que canturrean a mi alrededor continuamente y acaban dándome dolor de cabeza.

La aspirina no borrará la luz de tu mirada ni apagará el canto de las musas.

CRUZ O TIRAR LA ROPA POR LA VENTANA

Llueve todos los días en mi cabeza, pero nunca en mi rostro. La tristeza ocupa todo mi cuerpo, menos mis ojos. Traes un vaso diminuto para vaciar de agua mi cerebro inundado. En cualquier caso, ya es tarde. Hace tiempo que me ahogué y se mojó la colada. No, no te molestes, puedo sola con mi alma, es lo único que tengo ahora. La arrastraré con la poquita dignidad que me queda y la dejaré en algún rincón, donde no estorbe y podamos descansar las dos.

Ya sabes, la ropa mojada pesa mucho más, sobre todo cuando la llevas tú sola.

miércoles, 8 de julio de 2009

EL ALBORNOZ Y EL PRECIPICIO

O el cuervo y la zorra. O el blanco y el negro. O el gato y el ratón. O cómo sería mi vida, si no fuera mía.

Si mi vida no fuera mía, madrugaría todos los días, salvo los domingos. Bebería alcohol y me haría un tatuaje donde la espalda pierde su nombre y el escote gana el suyo. Viviría un par de añitos en Manchester, Londres o Edimburgo. Volvería, o eso creo.

Buscaría un trabajo de media jornada y estudiaría oposiciones. Me fumaría un porro alguna vez y me cogería una buena borrachera por mi cumpleaños o el tuyo.

Todos los meses me iría de compras y gastaría una pasta en ropa. Me pondría mechas rubias, me teñiría las pestañas y me depilaría el cuerpo entero con láser.

Dormiría como un angelito, como una marmota, como un leño. La vida sería maravillosa, divertida, ligera como una pluma. Mi ironía, siempre incapaz de llorar, no necesitaría sonreír.

Si mi vida no fuera mía, saltaría el precipicio y te quitaría el albornoz después de atracar la tienda. Mejor cinco horas que cinco minutos.

Si mi vida fuera así, entonces no sería mi vida o no sería yo, ¿o sí?.

domingo, 5 de julio de 2009

QUE TENGA UN BUEN DÍA

La “TMT NL” es la TooManyTaxesNoLight Company, una empresa privada que tiene dos oficinas en la ciudad, la primera dos calles más arriba que la otra. La primera más vieja que la otra, las dos igual de ineficaces y inútiles.

-Hola buenos días, quisiera hacer una consulta.

-Tiene que ponerse a la cola para que le den un número y le asignen una mesa.

Ponerme a la cola y que me den un número conlleva unos veinte minutos de espera. Tiempo suficiente para escuchar al resto de sufridores acordarse de la madre promiscua y el padre desconocido de la chica que atiende en el mostrador titulado sin ninguna clase de fundamento “Información”.

-Hace dos meses solicitamos un certificado sobre esta referencia y no lo hemos recibido. Aquí tiene una copia de la solicitud. Quería un número para las mesas y consultar qué ha pasado con nuestro escrito.

- A ver, déjeme la copia que trae.

Se la entrego con cierto recelo, ese tinte de pelo me hace desconfiar, una persona de bien no puede levantarse por las mañanas, verse en el espejo, reflejar semejante colección de tonalidades en la cabeza y salir a la calle… debería ser un delito. Creo que me pican los ojos, aparto la mirada. Toma el papel en las manos, parece leer dos líneas, se levanta y se pone a buscar en una bandeja. Pasan unos minutitos más.

-Uy, pues no sé dónde está la solicitud. No la encuentro. No sé dónde la ha puesto mi compañera… y está de vacaciones…

Las vacaciones y los desayunos son un fenómeno curioso, digno de estudio. Creo que son una subcategoría dentro de los agujeros negros, una especie de triángulo de las Bermudas donde la gente desaparece. Vacaciones interminables e intermitentes y desayunos-almuerzos donde te ponen una bolsa de Tipany´s con el café, por eso vuelven a su puesto de trabajo con una colgando del brazo.

-Bueno, mira, yo te doy un número y tú preguntas al de la mesa.

Está claro que lo del tinte era una señal. Tengo el número 12. Bonito número. En contra de todo pronóstico, no pasan cinco minutos, y el panel de turnos me dice que es el mío, en la mesa 10. Sólo hay cinco mesas. Ya decía yo que iba muy bien la cosa.

-Oiga, perdón, ¿la mesa 10 dónde está? –pregunto al tipo que atiende en la mesa 2.

-Ni idea, cuando la encuentre me lo dice –con un tonillo chulesco-cómico de lo más poco simpático.

-¿Perdón? Lo pregunto porque es mi turno y el panel me indica que la mesa es la 10.

-Pues no sé, vaya arriba, que hay más mesas.

Yo creo que este señor, que trabaja aquí todos los días, conoce tan bien este lugar como yo conozco Wagram. Subo las escaleras aparecen en el horizonte tres mesas, sin numeración que las identifique. Rastreo, pregunto y encuentro la mesa 10, como podría ser la mesa 1977.

-Buenos días. Quisiera preguntar por esta solicitud que hicimos hace dos meses, a las que aún no nos han respondido.

El tipo me mira con cara de póker. Me pega un post-it en mi copia del documento, ha escrito un nombre en él.

-Vaya a las otras oficinas, planta primera y pregunte por este hombre, él le informará.

Gracias. Salgo del edificio y camino hasta la otra oficina. Encuentro algo parecido a un vestíbulo, con un señor de mediana edad sentado a modo de conserje. Le enseño el post-it y le pido ver a la persona en él escrita. No puedo. Dice que allí no se recibe a la gente. Dice que le importa un rábano lo que ha dicho el señor de la mesa 10. Dice que no. Dice que no. No es no. Vuelvo al otro edificio, vuelvo a subir las escaleras, salto sobre la mesa 10.

-Oiga, el conserje del otro edificio no me deja pasar para hablar con la persona que Vd. me ha indicado.

-Eso es imposible, Vd. vaya y hable con quién le he dicho.

Pasa un ángel, dos, media docena. Creo que hablo sin mover los labios. Me parece que un espíritu burlón me ha poseído y estoy expresándome en arameo aunque yo no tengo consciencia de ello. Me miro las manos, los brazos, el traje de verano, comprado en las rebajas. Compruebo que sigo ocupando espacio en la realidad, soy una persona. Vamos, que se están riendo de mí conmigo delante.

-Acabo de decirle que el conserje no me deja pasar. ¿Qué hago? ¿Paso aunque no me lo permita?

-No, espere, espere un momento.

He perdido la cuenta de los momentos. Este es largo. Hace tres llamadas, se levanta, entra en un despacho, luego en otro. Sale. Coge el post-it que escribió antes, lo rompe, toma otro, anota un nombre distinto y un teléfono y me dice que vuelva a la otra oficina y le comente el tema a la persona que me señala. Gracias.

Salgo del edificio y camino hasta la otra oficina. Encuentro un vestíbulo y alguien parecido a un conserje me mira con asco y aburrimiento, sentado a modo de persona. Le enseño el post-it y le pido ver a la persona en él escrita. No puedo. Dice que allí no se recibe a la gente. Dice que le importa un rábano lo que ha dicho el señor de la mesa 10. Dice que no. No es no. Dice que llame al teléfono que me han facilitado, que es el de esa oficina, y pida una cita.

-¿Me está diciendo que vuelva a mi despacho para llamar aquí? ¿No puedo pedir la cita estando aquí ya? ¿Tengo que irme para hacerlo?

-Sí, aquí no le va a atender nadie.

-¿A Vd. le parece normal lo que me está diciendo?

-Bueno… no sé, avisaré a la secretaria del Sr. Task, por si le puede dar la cita ahora.

La secretaria del Sr. Task, el apuntado en la nota, se me acerca y habla mi idioma, ¡qué suerte!. Me da cita. Mientras, el conserje o lo que sea murmura para sí, se lamenta, porque cree que debería ser de los SWAT, el pobrecito dedica su vida a apagar fuegos, deshacer entuertos y solucionar crisis humanitarias mundiales. Tiene el estrés metido en el cuerpo, las responsabilidades le abruman, la preocupación le embarga, no duerme por las noches, las contracturas le impiden descansar y alimentarse… por eso las dos neuronas vivas que tiene rebotando en las paredes de su pequeña cabecita nunca llegan a conectar y dice sandeces una y otra vez.

-Adiós, que tenga un buen día –le digo. Un día tan bueno como el que Vd. con su amabilidad, profesionalidad y humanidad me ha dado a mí, pienso…

-Lo mismo le digo –responde.

Sí, lo mismo, campeón, lo mismo.

viernes, 12 de junio de 2009

¿A DÓNDE VAN LOS BESOS QUE NUNCA SE DAN?

Esta mañana he madrugado por ti. Tenía que comprar tiempo. En la tienda sólo quedaban dos packs: cinco minutos con beso y cinco minutos con música. Me quedé con el pack del beso.

Era lo que quería, parar el mundo un instante, encadenarme a tus brazos, perderme en tu boca, memorizar el olor de tu piel y volver a mi mundo cuando el reloj echara de nuevo a andar…

Leí las instrucciones, claras y breves: abrir el sobre y diluir su contenido en medio vaso de agua, beberlo de un solo sorbo con los ojos cerrados. La tomé sin pensar y pasó.

El reloj de la cocina se paró. Salí al salón, allí estabas. Habías venido a tomar un café, simplemente. Te miré a los ojos, profundos, enormes, mágicos…

Creí oírte en un susurro… “te lo dije…” o quizá sólo lo soñé… o quizá lo pensé o quizá esta vida es demasiado corta y demasiado estrecha para sentir tanto al mismo tiempo.

Mil besos dados y recibidos, mil caricias terminadas, guardados en tu memoria. Lástima que mi beso y mi caricia se perderán en el vacío breve de cinco minutos. Suerte que yo sí lo recordaré, para siempre.

Es mucho más sencillo recordar lo que nunca ha sucedido. Por eso nuestro beso será perenne y perpetuas nuestras caricias, aunque tú ya no las sientas y no puedan repetirse jamás.

El recuerdo del beso que no te he dado será mío eternamente e inmortal en estas líneas, aunque tus labios nunca hayan envuelto los míos.

miércoles, 10 de junio de 2009

ESTOY INTENTANDO MEAR

Estoy intentando mear, pero no puedo, Wilson está al otro lado de la puerta del servicio, gritando como un poseso. Llevo una hora meándome, me ha costado todo ese tiempo poder levantarme para venir al baño. Según parece, es imprescindible que mi culo esté permanentemente pagado a mi silla, lo contrario significa que no estoy trabajando, o eso dice Wilson.

- Smith, ¿qué haces? -me llama, aún con suavidad.

- Estoy en el baño….-no hay muchas opciones, unas más ortodoxas que otras, eso sí.

- Dime dónde está el cheque de la señora Parker.

- En tu mesa, en la esquina derecha de tu mesa -respondo.

- No lo encuentro. Ven a mi despacho y los buscas tú -la exposición es clara.

- Está en la esquina derecha de tu mesa. Mira ahí, seguro que lo encuentras.

-¡Smith, yo no lo veo!. ¿Quieres hacer el favor de salir y buscarlo tú? -va subiendo el tono.

- Estoy en el baño, te lo acabo de decir -contesto moderado y paciente.

- ¡Bueno, pues sal y lo buscas!-grita desaforadamente.


Creo que ya he meado. La verdad es que no tengo la certeza absoluta de haberlo hecho. Quiero decir que no recuerdo si, entre grito y grito, he logrado realizar todas las fases oportunas para completar con éxito la tarea. Sé que me desabroché el cinturón pero no tengo claro qué fue lo que sostuve con mis manos durante mi apasionante conversación sobre el cheque fantasma.


- Wilson, toma, aquí tienes el cheque.

- ¿Pero dónde estaba? ¿Dónde lo habías puesto? -pregunta, yo diría, sorprendido.

- Estaba aquí, justo en la esquina derecha de tu mesa.

miércoles, 3 de junio de 2009

UN BUEN CASO PARA MÍ

Trabajo en el famoso bufete “Stevenson & Peterson” desde hace siete años. Me llamo Smith y soy abogado junior. Wilson es el abogado senior más imbécil de la firma y también quien me evalúa trimestralmente. Me ha evaluado ya veintiocho veces pero nunca me aprueba. Dice que me falta visión jurídica y talento negociador. A él le falta pelo y veinte centímetros de altura y yo nunca le he dicho nada.

Estoy en mi pequeño despacho esperando a una clienta que Wilson me ha encasquetado porque dice que es un buen caso para mí, un desafío. Ya la oigo acercarse por el pasillo, pareciera que viene con prisa, con ansiedad…

- “¡Ay, hijo mío, pero qué lejos de la entrada está este despacho!”– exclama –“Buenos días, cariño, mi nombre es Martha, Martha Silk… encantada”.

La Sra. Silk se abalanza sobre mí y me estampa dos sonoros y pringosos besos en las mejillas. Es una mujer menuda, delgada, nerviosa, no para de gesticular. Lleva un gigantesco lazo rosa en la cabeza, cabello rubio teñido, muy rizado, enormes aros dorados en las orejas, gruesa raya negra en el ojo y bolsos y zapatos a juego con los aros.

- “Buenos días, Sra. Silk, ¿en qué puedo ayudarla?” – pregunto ¿interesado?.

- “Cariño, tengo un problema, un problema muy gordo y quiero una indemnización. MacPastor me ha estafado, a mí, y a miles de mujeres jóvenes y modernas como yo”- dice – “Quiero ponerles una demanda criminal y reclamarles un millón de dólares, mi dolor lo vale, he sufrido mucho con este tema, corazón” –afirma.

Siento una patada brutal en el hígado cada vez que pronuncia la palabra “cariño”, “hijo” o “corazón”. Me contengo, guardo silencio y fijo la atención en el lazo que se menea al ritmo de su voz.

- “Hijo, yo me compré hace dos días una laca de uñas, muy ilusionada con el color y el brillo del probador. Pero llegué a casa, me pinté con ella y cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que aquello no era Fresh Strawerry sino Dark Cherry, y encima ¡mate!”. La última frase la dijo casi gritando, golpeando el bolso contra el regazo y echando el lazo hacia delante.

-“Aha…”- alcancé a decir. ¿Mate?, ¿alguien ha dicho mate?, ¿que “mate”?, ¿puedo?... y mis ojos volvieron al lazo, a la frente y a la raya desdibujada de la mujer estafada por el pintauñas mate.

domingo, 24 de mayo de 2009

TETEADOS

Transtornos Temporales de Atención II

- ¡Carolino, Carolino!, ¿me oyes?, ¿qué demonios pasa?
- Joder, Raimundo… ya te he dicho que estoy en mi coche… aún no he salido para allá, ¡Dios!.

Carolino está agazapado debajo del volante de su coche, un Honda 4x4. Habla a susurros, con un débil hilillo de voz, casi imperceptible. Tiene los ojos hundidos, tristes apagados. Sus enormes ojeras los enmarcan. Prácticamente no ve. Tampoco piensa, no carbura, está bloqueado. Carolino odia conducir desde que atropelló a aquella ancianita en su primera clase de autoescuela. Fue una fatalidad, sobre todo para la ancianita, que recibió una sustanciosa indemnización y desde entonces anda a saltitos, como un cangurito joven.

- Vamos a ver, Carolino, ¿se puede saber qué coño haces?, ¿por qué no estás ya aquí? Llevamos una hora y media esperándote en la sala de juntas.
- ¡Sshhhh, cállate hombre, que te van a oír!, ¡Dios!

Dos gatos se meten debajo del coche. Uno es negro, el otro blanco roto y negro, como una vaquita. Carolino no distingue los blancos. Se dio cuenta de ello el día que se compró el traje que llevaba puesto. Todavía no tiene claro quién fue a probárselo y quién lo pagó, lo que es evidente es que no era él, porque le queda dos tallas grandes, como sus gafas. Se deslizan constantemente por su diminuta nariz y pasa las horas subiéndoselas una y otra vez.

- ¿Quién me va a oír?, ¿qué dices, estás loco?, ¿quieres decirme de una puñetera vez qué ha pasado con el dossier de las patatas?

Carolino no responde. Se mueve despacio, a pequeños impulsos, intenta meterse en el espacio que hay debajo del volante, encima del freno, el embrague y el acelerador. No lo consigue, sólo logra golpearse la cabeza con el volante y que se le caigan las gafas.

- ¡Auich!...Dios…
- ¿Carolino, Carolino? ¿Pero qué mierda haces?

Un señor paseando al perro se acerca al coche. Es un perro de agua marrón que trota levemente sobre sus almohadillas y dirige con discreción el hocico hacia los bajos del coche de Carolino, en busca de los gatos. El dueño le tira bruscamente de la correa, cambian de sentido y se alejan del coche en dirección a un alcorque vacío que se disponen a llenar. La ciudad está repleta y henchida de alcorques profusamente adornados con caca de perro.

- ¡Carolino, Carolino!, ¿quieres responderme de una puñetera vez?
- Raimundo, tranquilízate, no es para tanto, Dios…me he pisado las gafas…
- Tiene gracia... ¡¿Que no es para tanto?!,¡¿que no es para tanto?!... ¡¡¡ ¿tú tienes idea de la pasta que podemos ingresar con el anuncio de las malditas patatas?, ¿es que no sabes que ese dossier es el único original que tenemos con la horrenda marca de esas asquerosas patatas?!!!
- Sí, Raimundo, sí... ya lo sé, mejor que tú…¡Dios!.

Se aproxima al coche el barrendero de la zona, un chaval joven con los cascos del mp3 puestos en la oreja. Ha posado los ojos en el parabrisas y ha descubierto a Carolino intentando infructuosamente plegarse entre los pedales y el asiento del piloto. En un instante fugaz, sus miradas se encuentran. El barrendero tiene los ojos vivos, profundos y expresivos, pareciera que mirándolos un rato pudieras sumergirte en ellos.

- Pues entonces, Carolino, por tu madre de tu alma, ¿me vas a decir dónde coño está el dossier? - ¿Cómo es posible que no esté ya encima de la mesa de Anastasio?
- Anastasio... Dios, Anastasio, lo había olvidado, Dios... me va a matar cuando se entere...
- ¡Dios, Dios, Dios, pareces un telepredicador!, ¡No creo que te mate, antes te mato yo! ... pero, ¿cuándo se entere?... ¡¿cuándo se entere de qué?!

El barrendero tararea una canción. Carolino le ha retirado la mirada, siente vergüenza de que pueda verle en semejante situación. El chico se hace el distraído y también aparta la suya del coche, no ha visto nada, ni estúpido ni extraordinario. Continúa su labor unos metros adelante. Carolino desea con todas sus fuerzas que la próstata de Anastasio grite y éste se levante a mear y se caiga de bruces en el cuarto de baño de la oficina… aunque sea imposible encajar, ni a presión, su metro ochenta entre el váter, el lavabo y el armarito donde guardan los rollos de papel higiénico perfumado, juntitos los tres elementos en paso de chotis.

- Raimundo... he cometido un error, un grave error y no sé dónde está el dossier.
- Carolino, el corazón está a punto de salírseme por la boca… ¿cómo me dices eso?, ¿cómo me has hecho esto?, ¿y ahora qué vamos a hacer?, ¿qué vas a hacer?...
- Lo siento, Raimundo, de verdad que lo siento... no sé cómo sucedió, ni siquiera lo recuerdo...
- No, Carolino... déjalo, no supliques, está todo dicho...

Estas nuevas escobas son una porquería como un piano, escasos metros allá. Más papel en la orgánica, esto es increíble, ¿tan difícil es poner cada basura en su contenedor? Se agacha y coge una carpetilla de color verde, repleta de papeles que sobresalen por los tres costados abiertos.

- Por favor, Anastasio... entiéndeme, la perdí de vista un instante fugaz,... llegué a casa tan cansando anoche, trabajamos hasta tarde pero quería repasar unos datos... recuerdo que aparqué, bajé del coche...
- Carolino, no sigas…. Pensemos algo, Anastasio sigue esperándome en la sala, debes venir tú a decírselo....
- …aparqué, bajé del coche... sé que la llevaba en la mano... después me puse la chaqueta…

La abre. ¡Ostras, qué cosa más fea!, ¿qué será? Yo diría que es un pez con alas o un pájaro con gafas... bueno, sea lo que sea, irá a parar al contenedor azul. La cierra. La tiene en las manos aún cuando la cabeza de Carolino aparece por encima del volante de su Honda. Los ojos le brillan con una luz preciosa mitad ilusión, mitad locura. Los cuatro pelos de su cabeza ondean rítmicamente, en armonía con su corazón.

Abre la puerta del coche, pisa de nuevo sus gafas, se tropieza con el cinturón de seguridad, da un traspié, tira el móvil, cae al suelo, se levanta deprisa y echa a correr hacia el chico. Cierra los brazos alrededor del muchacho, nada más alcanzarlo y comprobar que tiene en sus manos la maldita carpetilla verde.

Le planta un beso en la boca, el chaval suelta la carpetilla inmediatamente. El mp3 se para en ese preciso instante, y con él, el resto del mundo. Carolino espera que las cápsulas de ajo sin olor que toma con el desayuno sean, de verdad, sin olor. El móvil habla solo, abandonado en la acera, encima de un charco de pipí del perro de agua. Los dos gatos salen de los bajos del coche y se acercan a él, lo miran con curiosidad, parece emitir un sonido...

- ¡Carolino, Carolino!, ¿me oyes?, ¿qué demonios pasa?

sábado, 23 de mayo de 2009

LOS ABOGADOS

Todo el mundo sabe Derecho o es abogado o tiene un primo o un amigo abogado. O que estudió para abogado pero ahora es fontanero: “Sí, sí, yo estudié Derecho… lo dejé en segundo, era un tostón del quince, pero aún conservo mi visión jurídica de las cosas, siempre cobro antes de hacer el trabajo, para evitar pleitos y descargar los juzgados”.

Los abogados de verdad también intentan cobrar antes de hacer el trabajo. Antes de que te sientes en la silla ya te han cobrado. Cobran por palabras, te descuelgan el teléfono y ya están tarifando. Y si pides cita, prepárate. Entras en el despacho, te oyen despotricar sobre tu vecino, que ha tirado el muro del garaje y ha hecho dos trasteros, una barbacoa y un pub (con música en vivo los sábados por la noche), todo esto justo al lado de tu nuevo y reluciente Audi A3.

Cuando ya tienes la yugular al modo Patiño, te interrumpe y te pregunta cuándo perpetró tu vecino la fechoría. Tú ya no te acuerdas, tú te enfrascas otra vez en el asunto y en dejar claro que no tiene permiso de los vecinos. El abogado se acaricia la barbilla, se levanta parsimoniosamente, mira con fijeza las cuatro estanterías abarrotadas de mamotretos que tienes al lado, y elige uno de ellos, jurarías que por azar. Lo abre con misterio y te dice lo que ya sabes: “Sí, efectivamente, su vecino ha incumplido la Ley de Propiedad Horizontal y debió solicitar autorización a la Comunidad Propietarios”. Te abre la puerta y se cruza de brazos. Sales del despacho y su secretaría cejijunta te pide 120 euracos.

Tarifa oro, oiga. Es porque sabía qué libro tenía que abrir. Eso sí, mira, ahí le has dado. Ahora una cosa está clara, si gana, es porque nosotros teníamos razón, evidentemente, y si pierde es porque es un inútil, o un chorizo, o las dos cosas. Y por eso tienes miedo de llamarle o de visitarle, y te metes la mano en el bolsillo espontáneamente cuando te lo encuentras por la calle o cuando te llega su carta con la factura en la que se queda con la mitad de lo que es tuyo.

Y si se rompe la tubería del vecino y te inunda el cuarto de la niña, le llamas y te cobra el doble de los daños que has tenido. De modo que, la siguiente vez que la bañera de la de arriba se desborda porque se le fue el santo al cielo copulando salvajemente con su amante veinteañero, y se carga tu bote sinfónico por puñeterías de la vida, en lugar de llamar al primo abogado de tu amigo de la mili, llamas al fontanero, que te cobra antes de arreglar el estropicio ¡y además estudió Derecho!.


jueves, 30 de abril de 2009

SUSPENSIÓN DE PAGOS DE AIZITEL

La promotora deja sin hacer más de 10.000 viviendas.

Ex empleados aseguran:

“Los filetes de pechuga de pollo del menú de los viernes, en el bar -cafetería de la esquina, saliendo de la oficina dirección a la catedral, también venían sin hacer, casi crudos, de la cocina, siempre había que pedir que los volvieran a pasar”.


El director gerente se defiende:

“Hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano y lo que pusieron en ella para sacar adelante la empresa, estafamos y engañamos a cada comprador, incumplimos todos nuestras obligaciones frente a Hacienda, ignoramos a nuestros acreedores, pringamos a todos los concejales y alcaldes que se dejaron y, a pesar de todos nuestros reiterados esfuerzos, no hemos conseguido el dinero suficiente para forrarnos y mantener a flote la promotora… jamás podrá decirse que no pusimos de nuestra parte –insiste-, lo hicimos, pusimos de nuestra parte y de la parte de los demás, de la nuestra la mano, de los demás, el dinero”.


Los bancos que financiaron durante años la promotora no dan crédito:

“No podemos darlo, no podemos dar más crédito, le dimos a AIZITEL todo el que teníamos, le dimos lo nuestro, lo de los demás, lo que no podíamos darle, lo que nos habían dado otros, lo que nos iban a dar y lo que cogimos porque nos dio la gana y ahora estamos muy alarmados porque no sabemos si lo que nos entregó AIZITEL como garantía valía tanto como lo que recibió de nosotros o quizá poco más que un pimiento y dos lechugas. Nuestro equipo jurídico lo está estudiando, seguiremos sus recomendaciones y tomaremos las acciones pertinentes, una vez nos acabemos el queso manchego y el jamón que nos regaló el Sr. Don Gerente y comprobemos si las motitas blancas de éste último son efectivamente bichitos”.

martes, 21 de abril de 2009

TRANSTORNOS TEMPORALES DE ATENCIÓN

¡Carlos, Carlos!, ¿me oyes?, ¿qué demonios pasa?
Joder, Antonio… ya te he dicho que estoy en mi coche… aún no he salido para allá.


Carlos está agazapado debajo del volante de su coche, un Honda 4x4. Habla a susurros, con un débil hilillo de voz, casi imperceptible.
Tiene los ojos hundidos, tristes apagados. Sus enormes ojeras los enmarcan. Prácticamente no ve. Tampoco piensa, no carbura, está bloqueado.


Vamos a ver, Carlos, ¿se puede saber qué carajo pasa?, ¿por qué no estás ya aquí? Llevamos una hora y media esperándote en la sala de juntas.
¡Sshhhh, cállate hombre, que te van a oír!


Dos gatos se meten debajo del coche. Uno es negro, el otro blanco y negro, como una vaquita.

¿Quién me va a oír?, ¿qué dices, estás loco?, ¿quieres decirme de una puñetera vez qué ha pasado con el dossier de las patatas?


Carlos no responde. Se mueve despacio, a pequeños impulsos, intenta meterse en el espacio que hay debajo del volante, encima del freno, el embrague y el acelerador. No lo consigue, sólo logra golpearse la cabeza con el volante.


¡Auich!...
¿Carlos, Carlos? ¿Qué haces?


Un señor paseando al perro se acerca al coche. Es un perro de agua marrón que trota levemente sobre sus almohadillas y dirige con discreción el hocico hacia los bajos del coche de Carlos, en busca de los gatos.
El dueño le tira bruscamente de la correa, cambian de sentido y se alejan del coche en dirección a un alcorque vacío.



¡Carlos, Carlos!, ¿quieres responderme de una puñetera vez?
Antonio, tranquilízate, no es para tanto.
Tiene gracia... ¡¿Que no es para tanto?!,¡¿que no es para tanto?!... ¡¡¡ ¿tú tienes idea de la pasta que podemos ingresar con el anuncio de las malditas patatas?, ¿es que no sabes que ese dossier es el único original que tenemos con la horrenda marca de esas asquerosas patatas?!!!
Sí, Antonio, sí... ya lo sé, mejor que tú.


Se aproxima al coche el barrendero de la zona, un chaval joven con los cascos del mp3puestos en la oreja. Ha posado los ojos en el parabrisas y ha descubierto a Carlos intentando infructuosamente plegarse entre los pedales y el asiento del piloto.
En un instante fugaz, sus miradas se encuentran. El barrendero tiene los ojos vivos, profundos y expresivos, pareciera que mirándolos durante unos segundos pudieras sumergirte en ellos.


Pues entonces, Carlos, por tu madre de tu alma, ¿me vas a decir dónde coño está el dossier? ¿Cómo es posible que no esté ya encima de la mesa de Alfredo?
Alfredo... Dios, Alfredo, lo había olvidado... me va a matar cuando se entere...
¡No creo, antes te mato yo! ... pero, ¿cuándo se entere?... ¡¿cuándo se entere de qué?!


El barrendero tararea una canción. Carlos le ha retirado la mirada, siente vergüenza de que pueda verle en semejante situación. El chico se hace el distraído y también aparta la suya del coche, no ha visto nada, ni estúpido ni inexplicable. Continúa su labor unos metros adelante.


Antonio... he cometido un error, un grave error y no sé dónde está el dossier.
Carlos, el corazón está a punto de salírseme por la boca… ¿cómo me dices eso?, ¿cómo me has hecho esto?, ¿y ahora qué vamos a hacer?, ¿qué vas a hacer?...
Lo siento, Antonio, de verdad que lo siento... no sé cómo sucedió, ni siquiera lo recuerdo...
No, Carlos... déjalo, no supliques, está todo dicho...



Estas nuevas escobas son una porquería como un piano, escasos metros allá. Más papel en la orgánica, esto es increíble, ¿tan difícil es poner cada basura en su contenedor?
Se agacha y coge una carpetilla de color verde, repleta de papeles que sobresalen por los tres costados abiertos.



Por favor, Antonio... entiéndeme, la perdí de vista un instante fugaz,... llegué a casa tan cansando anoche, trabajamos hasta tarde pero quería repasar unos datos... recuerdo que aparqué, bajé del coche...
Carlos, no sigas, por Dios. Pensemos algo, Alfredo sigue esperándome en la sala, debes venir tú a decírselo.
... aparqué, bajé del coche... sé que la llevaba en la mano... después me puse la chaqueta…


La abre. ¡Ostras, qué cosa más fea!, ¿qué será? Yo diría que es un pez con alas o un pájaro con gafas... bueno, sea lo que sea, irá a parar al contenedor azul.
La cierra. La tiene en las manos aún cuando la cabeza de Carlos aparece por encima del volante de su Honda. Los ojos le brillan con una luz preciosa mitad ilusión, mitad locura.



Abre la puerta del coche precipitadamente, se tropieza con el cinturón de seguridad, da un traspié, tira el móvil, cae al suelo, se levanta deprisa y echa a correr hacia el chico.
Cierra los brazos alrededor del muchacho, nada más alcanzarlo y comprobar que tiene en sus manos la maldita carpetilla verde.

Le planta un beso en la boca, el chaval suelta la carpetilla inmediatamente. El mp3 se para en ese preciso instante, y con él, el resto del mundo.

El móvil habla solo, abandonado en la acera, encima de un charco de pipí del perro de agua.
Los dos gatos salen de los bajos del coche y se acercan a él, lo miran con curiosidad, parece emitir un sonido...

¡Carlos, Carlos!, ¿me oyes?, ¿qué demonios pasa?

viernes, 17 de abril de 2009

EL NO ASESINATO DE LA NO ENFERMA

Miriam sufre la enfermedad invisible, ésta le obliga a soportar dolencias de todas clases: conjuntivitis, diarreas, insomnio, rechinar y desgaste de dientes, cansancio crónico, cefaleas… y veintisiete dolores más. Su sino y el mucho trabajo desde hace mucho tiempo, en aras del bien común y la cotización a la Inseguridad General, le han hecho la puñeta por completo. Su peregrinaje mensual comienza en el traumatólogo y el endocrino, continúa en el hematólogo y el digestivo y concluye en el psiquiatra.



Esta mañana ha tocado visita a la Sra. Hematóloga del Descontrol Autonómico de Calamidades. La Sra. Hematóloga del DAC es una de esas pseudoprofesionales que, una vez acabada la carrera, no ha abierto un solo libro de medicina que haya sido editado después (…ni antes).



“Dígame señorita, ¿qué le ocurre?”

“Pues verá, tengo la enfermedad invisible y mis análisis siempre reflejan, inexplicablemente, un número altísimo de leucocitos”.

“Bueno, que tiene la enfermedad invisible lo dice Vd., ¿no?... es una mera apreciación suya, quiero decir”.

“No, no lo es, es una realidad, lo dicen los exámenes, las pruebas, los diagnósticos y los dieciocho doctores que me han visto”.

“Ya, ya, pero ¿sabe Vd. que la existencia de la enfermedad invisible no es algo claro y pacífico en la doctrina médica actual?”.



(...)

La Sra. Hematóloga ha sufrido un grave percance esta tarde. Dicen que ha sido decapitada, le ha caído un hacha del techo mientras se encontraba sentada en el váter de su consulta. Es un hecho por todos conocido, claro y pacífico, que los chiquillos salen de la FP sin tener ni idea, igual te colocan un hacha en la caja de herramientas, que en la estantería de las películas de terror o en el techo del cuarto de baño. Una enfermera dice que vio entrar a nadie al baño, con una enorme mochila transparente al hombro, segundos después de que lo hiciera la Sra. Hematóloga.



La Sra. Jueza viene de camino, tiene que levantar el cadáver, el tronco por un lado y la cabeza por el otro. Han avisado al Sr. Forense, debe realizar la autopsia y determinar cuál fue la causa de la muerte. Quizá llegue a la conclusión de que la Sra. Hematóloga no está muerta, sólo malherida, quizá el hacha no exista y el metro y medio de distancia de separación entre su cuerpo y su cabeza no sea más que una impresión errónea de la doctora, una mera apreciación suya.



PISO CON HILO MUSICAL

A Laura le encanta ir al dentista. Su dentista es un señor amable y delicado, simpático y eficaz. También le gusta la sala de espera de la consulta, las cuatro paredes están trufadas de diplomas y títulos, de cursos, jornadas, seminarios y premios. Además, tiene un estupendo hilo musical del que siempre recuerda la versión instrumental de Moliendo Café. Según parece, disfrutar de este servicio vale una pasta.



El piso de Laura también disfruta de hilo musical, aunque no tan exquisito. De día y de noche, sean las ocho de la mañana o las doce de la noche, se oye nítidamente el armonioso sonido de las obras del metro. Pensando en el bien común y en la madre, el padre y la familia completa de los obreros que doblan el espinazo en el tajo, Laura reprime sus enormes deseos de abrir la ventana del salón, la más cercana a la orquesta, y mentarles a los operarios la mala fama de sus progenitores.



La otra madrugada, extrañamente, no sonaba hilo musical metral. Sonaba hilo musical vecinal. Laura tiene un vecino que cada dos o tres semanas celebra algo. Se trata de una persona especial, muy sensible a los logros, victorias y buenas suertes de sus amigos y allegados, por eso cualquier excusa es perfecta para tomar unas cervecitas y escuchar música, esto es, reventarse los tímpanos y molestar a los durmientes o potenciales.



Ni corta ni perezosa, antes de cantar ópera –inútilmente- por la ventana-, llamó a la policía local:

“Sí, dígame” –atiende una voz presta.

“Hola, buenas noches”.

“Sí, ¿en qué puedo ayudarle?” – más presta.

“Pues verá, llamo porque, siendo la hora que es, hay un vecino de mi calle, frente por frente, que está celebrando una fiesta y tiene la música a tope” – más claro, agua.

“Bien, entiendo. Por favor, ¿podría decirme su nombre y el de la calle donde vive Vd.?” – muy presta.

“Sí, mi nombre es Laura y vivo en la calle Italia, en la zona del mercado central” –responde Laura rápidamente.

“Muy bien de acuerdo, ¿qué número y qué piso?” – prestisísima.

“¿Perdón?” -¿cómo, erh, qué?.

“Necesito número y piso de su vivienda” – más claro, más agua.

“Pero, ¿es necesario que le de esos datos?” – ¿de verdad lo dice en serio?

“Sí, por supuesto, así el agente podrá localizarla y mantener con Vd. una entrevista para que pueda trasmitirle el problema y señalarle dónde está el ruido” – dice.

“¿Quiere Vd. decir que debo esperar al agente para indicarle de dónde viene la música?” –casi hablando sola- “Le aseguro que mi calle es muy pequeña y el origen de la música es fácil de encontrar” – es como buscar el elefante de la cacharrería.



“Sí, ya, la comprendo, pero el agente debe hablar con Vd. y concretar el problema” – repite.

“Pero entonces… tampoco dormiré mientras espero…” - será peor el remedio que la enfermedad…

“Vd. verá, señorita” – vamos, aclárese.

“No veré nada, mujer, déjelo, déjelo…

… si hasta me está empezando a gustar la música flamencoide y choni de mi feliz vecino, ¡toda para mí y gratis!”

¿DÓNDE HE PUESTO MI CABEZA?

No la encuentro. Y la echo mucho en falta, es complicado ver C.S.I. o entrar en Internet sin ella sobre los hombros.



Es cierto que a veces la dejo en la peluquería, enganchada a la última foto de El Duque o a los ojos gatunos de La Pataky. También suele quedarse allí clavada en el precio de las mechas y la permanente, o en las nuevas tetas de la mujer de aquel Notario que ya se las pagó el año pasado a su querida.



Una vez se me quedó en el súper y me dí cuenta del olvido al entrar en el ascensor y no verla en el espejo. Menos mal que la cajera que me había cobrado la tenía allí apartada, al lado de una lata de aceitunas que alguien despreció en el último momento.



Todas las noches se queda irremediablemente pegada a la almohada, contabilizando facturas, repasando albaranes y ordenando pedidos del día pasado y del siguiente. Tengo un sensor eficacísimo instalado en la puerta de mi dormitorio, todas las mañanas se activa, con luces rojas parpadeantes y sonidos estruendosos intermitentes, todas las mañanas intento traspasar la puerta de mi cuarto sin la cabeza puesta.

Pero esta vez es distinto. Me temo que se me ha caído en alguna parte y no me he dado cuenta, o quizá la he dejado en algún sitio y no lo recuerdo. He intentado hacer memoria y juraría que fue hace varias semanas, pongamos seis, la apoyé en un café sin beber, y me quemé, en un rosario de desdichas sin replicar, y las recé, en una síntesis magistral de ideas, y me resumieron.



La buscaré, la encontraré y la recuperaré. La necesito imperiosamente para ponerme el gorrito azul celeste que le he robado a mi vecina.

EL GORRITO AZUL CELESTE DE MI VECINA DEL QUINTO

Mi vecina del quinto tiene un precioso gorrito de lana. Se lo compró hace dos años, lo colocó en el perchero de la entrada y nunca se lo pone. Miento, una vez se lo puso pero se lo quitó en seguida porque le daba calor.



Suelo verlo a menudo, siempre que su peludo y gigantesco bobtail se caga delante de mi puerta, yo le toco el timbre una y otra vez insistentemente para que abra y pueda escuchar mejor cómo la llamo puerca maleducada.



A veces le sueño. Me imagino que camino por una playa paradisiaca con él bien encajado en mi cabeza y con una linda bufanda a juego rodeándome el cuello. Los cocos repican en las palmeras y las hamacas tocan el violín. Así son los sueños, fantásticos.



Tengo un plan. Voy a robarle el gorrito a mi vecina. Le regalaré un presente, una tarta de manzana de la paz. Pero antes bajaré a pedirle un poquito de azúcar y cuando se marche a la cocina con mi taza de Winnie Pooh en la mano, me haré con el gorrito y lo guardaré en el bolsillo de atrás de mi Levis. Sonreiré cuando me devuelva la taza por la mitad de azúcar y le rozaré la mano, para que sienta que estoy próxima y soy sincera.



Y luego volveré a mi casa, cerraré la puerta y me miraré en el espejo de mi cuarto para poder colocármelo perfectamente en la cabeza, ¡en cuanto la encuentre!.

viernes, 20 de febrero de 2009

DESCONECTADA POR ORANGE

Debo agradecer a la pujante y competente empresa de telefonía Orange, no tener conexión en casa desde hace una semana.

Antes de contar con su servicio efectivo, antes incluso de recibir el módem y la visita del afable técnico que nos instale el asunto, los diestros y habilidosos señores de Orange han procedido a dar de baja mi anterior conexión con ya.com.

Contactar con el servicio de "desatención" al cliente de Orange implica pasar veinte minutos de tu apasionante vida y de tu densa jornada laboral, enganchada a una máquina que repite datos e información inútil al caso de forma sistemática.

Después de ciertas labores de investigación y camuflaje, pasada la media hora, es posible hablar con una persona de procedencia indeterminada y castellano balbuceante que hace como que te escucha y anota tu solicitud.

Desde aquí quiero dar las gracias más sentidas a la panda de inútiles que pululan por las oficinas de Orange. A la señorita operadora y al caballero operador que soportan estoicamente trabajar para una empresa objetivamente caradura.

Quizá serían más felices ellos y también los demás, si en lugar de mentir e ignorar a los pobres y desesperados clientes, dedicaran las horas de sus días, años y vida completa a plantar y recolectar tomates en la huerta, una tarea, a priori, más sencilla y asequible para su capacidad intelectual.

Debido a este simpático incidente, no cuento con conexión en casa, repito, de modo que la actualización del blog y las visitas a los blogs amigos quedarán supeditadas a mi tiempo libre en el trabajo, algo que, durante esta semanas, escasea sobremanera.

Desde aquí un saludo a todos, disculpas por esta desconexión involuntaria y un abrazo.

sábado, 7 de febrero de 2009

NO HAY CHARCOS EN EDIMBURGO

No sé si es una sensación o apreciación únicamente mía pero, dejando a un lado catástrofes naturales relacionadas con el agua cuya importancia y gravedad son indiscutibles, en España, en general y, en determinadas ciudades, en particular, la lluvia es un evento muy desagradable que modifica y, de hecho, determina nuestra vida.

No tenemos costumbre de tratar y convivir con ella, de modo que, cuando aparece, nos joroba los planes, nos es enormemente molesta, y dos días seguidos con ella son una pesadilla.

Y luego están las medidas de seguridad, sobre todo, las que nos aconsejan y recuerdan nuestros padres, familiares, amigos, los que nos quieren bien: "Llévate el paraguas" (asume que, seguramente, no lloverá pero si no lo coges, lloverá), "¿vas a salir con esta lluvia?", "mujer, quédate en casa, con este tiempo...", "pero hija mía, ¿esos zapatos vas a llevar?... ponte unas botas, criatura..".

Como tantas otras enfermedadas, manías y prejuicios, viajar te quita el miedo al agua, ya no te sientes un Gremlin..., te percatas de que tú mísmo eres mucho más que agua llorando del cielo... aunque no es fácil (no sé si habéis leído mi dramático relato sobre un día de lluvia ).

Según sé y he podido comprobar, en Edimburgo llueve bastante, mucho diría yo, en invierno, en primavera, en pleno mes de Agosto. Tenéis en la foto una linda tormentita sobre las Highlands, una preciosidad.

Y cuando llueve, llueve, con ganas, con brío, con alegría. Sin embargo, terminada la lluvia, sigue la vida, incluso antes de que termine, la gente no para, ni deja de andar ni de montar en bici, aunque tú creas que aquéllo es el diluvio universal y que en cualquier momento Noé se te acercará para pedir que tus perros, macho y hembra, se vayan con él.

Pero, amigos míos, en Edimburgo, en su calles, en sus calzadas, en sus pasos de peatones: NO SE FORMAN CHARCOS. Ejem, ejem... ¿acaso podemos decir lo mismo de nuestras ciudades?, ¿soy yo la única persona que mete el pié en gigantescos charcos que se hacen en nuestros suelos, a veces caídas sólo cuatro gotas?, ¿alguien más ha tenido que cruzar una calle o carretera por un lugar no habilitado para peatones porque el paso reglamentario parecía, precisamente, el mismísimo Lago Ness?.

Nos dijeron, nos repitieron y aún nos recuerdan que no hay marcha en Nueva York, y algunos se lo creyeron. Lo que está claro es que no hay charcos en Edimburgo y nosotros aquí, en cualquier parte nos topamos con un pequeño mar... qué alegría, qué riqueza en el paisaje urbanita. Desde luego, qué verdad es: Spain is different!.

miércoles, 28 de enero de 2009

¡TÚ TE CREES QUE YO SOY IMBÉCIL!

Esta es una expresión que, de vez en cuando, se me pasa por la mente y, desgraciadamente, no puedo decir en voz alta casi nunca.

No sé si os ha pasado pero, en determinadas circunstancias o situaciones, la persona que tenemos frente a nosotros nos dice algo, nos requiere o nos ignora, y entonces, éstas siete palabras circulan por nuestra cabeza, como un cartelito de neón.


Esto puede pasarte en un centro comercial, cuando quieren darte gato por liebre o quizá en cualquier oficina pública, cuando te marean de ventanilla en ventanilla o cuando el tipo del banco dice que no puede quitarte la comisión gigantesca que te ha puesto por cualquier chorrada. Los casos son innumerables.

Y realmente, sientes que se te pone cara de imbécil, de imbécil profundo... de otro modo esa persona que está delante tuya no te estaría soltando el rollo macabeo que te está soltando.

De veras lo creen, creen que somos imbéciles, y lo malo es que no sólo lo cree la dependienta de aquella tienda o el director de la sucursal... eso es lo malo, y muy malo, de hecho.

domingo, 25 de enero de 2009

VIDA DE GALGOS

Dicen algunos cazadores que quienes no compartimos su peculiar visión del amor a los animales somos unos descerebrados. Será por eso por lo que siento mi cabeza tan ligera, vacía pesa menos.

Será esa la razón de que me resulte total y absolutamente incomprensible que pueda encontrarse diversión en disparar a un animal, abatirlo, despellejarlo y hacer ostentación de la hazaña.

Sin embargo, la parte más repugnante de la caza no es la caza en sí. Nuestros singulares amantes de los animales tienen la poquísima verguenza de condenar a muerte a sus fieles compañeros, a los perros, a los galgos, que les siguen en sus matanzas.

Soy incapaz de maltratar vuestros ojos con fotografías durísimas, sumamente desagradables, en la que podríamos comprobar lo asqueroso que puede llegar a ser el hombre.

El perro, cuando ya es mayor o no cumple las expectativas del amo-cazador o cuando a éste le da la realísima gana, es abandonado a su suerte en el campo. Lo que ya es un acto absolutamente reprobable puede convertirse en algo tremendamente cruel, si el perro es atado por el cuello, impidiendo que pueda moverse para buscar comida o agua, muriendo de hambre y sed días después, tras una enorme agonía.

Hay que ser muy poca cosa para hacerle algo así a una criatura tan linda, tan leal y noble como un galgo, como cualquier perro.

Yo supongo que hay personas, cazadores, dueños, amos, que, al tener tan cargado el cerebro de neuronas letradas e instruídas, no les queda en él ni una pizca de sentido común, sensibilidad, lógica y civismo. Apuesto mi mano derecha a que tienen el alma ligera, tan vacía como según ellos tengo yo el cerebro.

Afortunadamente hay personas que soportan un peso enorme, porque tienen el alma llena de amor, y también de pena y dolor, por el sufrimiento que cargan, por el daño que intentan reparar, daño causado deliberadamente por otros.

Las personas con el alma llena dedican su tiempo y su cariño a ayudar, a construir, a sanar, son personas como Virginia Contreras, a la que desde aquí muestro mi admiración, por su constancia, su ánimo, su temple y su amor a los animales. Sus dos blogs, dos tesoros, son continuamente actualizados, están siempre repletos de historias de verdad, tristes y alegres, de llamadas de ayuda y sonrisas de felicidad.

Debo decir que visito regularmente sus blogs
Si me adoptas te prometo que nunca te abandonaré
y Kiara y sus amigas, los leo prácticamente todos los días, y he de confesar que en muchísimas ocasiones me quedo sin palabras -lo que es, creedme, poco común-. Ella siempre las encuentra, siempre está ahí para gritar, para auxiliar, para colaborar.

Desde aquí, desde este post, mi total, absoluto y rendido reconocimiento.

Lástima que para apreciar la luz, tengamos que vivir la oscuridad.




sábado, 24 de enero de 2009

GRAN HERMANO Y YO

Seguro que todos conocéis a alguien que fuma y bebe mucho o demasiado, que no recicla la basura, que no paga (todos) sus impuestos, que no se levanta de su asiento en el bus para dejar sentar a una persona mayor, que no para en los pasos de cebra, que ve porno o roba objetos del trabajo. También conoceréis a alguien que viera "Sin tetas no hay paraíso".

Bien, pues yo no hago nada de eso, no fumo, no bebo, reciclo la basura, pago mis impuestos, me levanto para ceder mi sitio, paro en los pasos de cebra, no veo porno ni robo objetos del trabajo, y no ví ningún capítulo de esa cuestionada serie con nombre tan horripilante, pero he de confesar que, en ocasiones, veo Gran Hermano.

Ya está, ya lo he dicho, no es tan grave, debéis comprenderme, no tengo vicio ninguno... algo tengo que hacer para desestresarme... además de leer, ver cine, montar en bici y escribir mi blog (todo esto no basta, mi estres es MUCHO).

En mi descargo, seguiré diciendo que otras personas de valía contrastada también sigue Gran Hermano. Como prueba, un tal Gato Encerrado , que comenta el programa desde hace varias ediciones y redacta unos post extensísimos, adornados con referencias históricas y literarias, que ya quisieran conocer muchos de los concursantes. Y anoche mismo comprobé que Nacho Montes (que acompaña a Cristina López Schlichting en la Cope algunas tardes) también es fiel seguidor. Mira, no estoy sola en una selva de iletrados.

Bien, pedidas las disculpas oportunas por tener un hábito tan poco recomendable, diré a quien le importe, que este chiquillo de las fotos es el ganador de la última edición, Iván Madrazo es su nombre. Como podréis observar, en este punto, el interés del reality va más allá del experimento social, aquí lo interesante es lo guapetón que es el chaval, y no olvidemos que mide casi un metro noventa, qué cosa.

Le ha costado mucho ganar, ocho nominaciones. El resto de participantes lo rechazó desde el principio, lo machacó y eso hizo que la audiencia lo defendiera y mantuviera en la casa hasta el final. Resulta curioso comprobar cómo la gente que concursa en estos programitas, conociéndolos, siga cometiendo el mismo error de siempre. Es un hecho comprobado que en cualquier reality, la víctima siempre gana.

Creo que Gran Hermano está normalizado, quiero decir que ya no es eso, ya no es un "experimento social", hace tiempo que dejó de serlo (si alguna vez lo fue). Los ex-concursantes, en su mayoría, vuelven al anonimato y desaparecen de la tele. Ahora es sólo como una jaula temporal, nada más.



¿Qué lleva a una persona -normal- a acudir a estos programas -además del dinero, claro-? Un trauma, un complejo, un desengaño amoroso. Todos hemos hecho tonterías alguna vez, pensadlo y si no las hemos hecho, las hemos rumiado, pero no han cuajado porque el angelito nos ha susurrado al oído algún buen consejo. Me temo que algunas personas tiene el angelito dormilón y el único que les grita es el diablillo.

Ayer Iván, el ganador, lloró como un niño cuando una seguidora del programa, fundadora de su plataforma ("ivanistas") le habló en directo en conexión telefónica. Una señora de cierta edad, según parece, muy enferma, que había encontrado una luz de entretenimiento e ilusión en la cara de este chico y había hecho todo lo posible por lograr que ganara. Pues ¡bien! por Gran Hermano, ¡bien! por Iván.

Hay quien oye la radio, pasea al perro o hace punto. Hay quien hace todo eso y además, en ocasiones, ve Gran Hermano. Al menos, es un vicio legal.

viernes, 16 de enero de 2009

¿EL OFICIO MÁS VIEJO DEL MUNDO?

Cada vez que oigo esta frase se me revuelve el estómago. Tengo una curiosidad inmensa por saber quién fue el primer indocumentado que dijo esto, quién fue la primera persona en afirmar que, el hombre (bueno, no, la mujer) antes de cultivar la tierra, alimentar a las crías y cazar, se dedicó a prestar servicios sexuales. Menuda estupidez.

Claro que, si aceptamos que se trata de un oficio, podríamos intentar comprender, más o menos, que los presos de la cárcel de Picassent recibieran esta Navidad un show con stripper como regalito de Reyes. Es importante que los internos aprendan los oficios, qué duda cabe.

Está de moda promover el reconocimiento del sexo por precio como una profesión. Son manadas los que defienden que la mujer que ejerce libre debe considerarse profesional desde el punto de vista legal. Por supuesto, hablan con la boquita pequeña del resto, de las que sufren explotación, esclavitud y maltrato, lo que pase con esas, no lo tienen tan claro, sobre todo porque para acabar con este gravísimo y doloroso problema, no bastan sus simples y torpes argumentos tipo "el que quiera que lo haga si no hace daño a alguien", ¡¡¡¿eh?!!!. .

Se afirma que es algo necesario, como el alimento, el agua o el techo (yo creo que podría añadirse hasta como derecho fundamental del hombre: el acceso a una mujer totalmente complaciente/disponible o prostituta); y más esencial ahora dado que, según parece, las chicas de hoy en día son muy difíciles de conquistar, esto es, que te las trabajas tres horas, la invitas a cenar y al cine, le calientas la oreja y, con todo, no tienes asegurado el café. Madre mía, qué injusticia, qué sufrimiento, qué agonía.

¡Pero qué cosa más tonta! con lo avanzada que está la industria y la técnica del sexo en lata, en latex, en todo!. Criatura mía, si quieres sexo sin preguntas, sin excusas, sin dolores de cabeza, sin gastos, sin aburridas comedias románticas, sin charlas eternas, sin compromisos, sin sentimientos, sin amor... ¡hijo, por Dios, ahorra para una muñequita del amor y santas pascuas!

Ya hablando en serio, a los que abogan su reconocimiento como oficio cotizable, les apoyo firmemente, es más, he pensado en el tema y creo que colegios e institutos (incluso guarderías) deberían adaptar sus planes de estudios y orientación profesional de cara a confeccionar una licenciatura en prostitución, tocándose en ella todas las artes sexuales conocidas y por conocer (sexo anal, vaginal y oral, lésbico, orgías, zoofilía, necrofília, sadomaso...)

Y todo ello, como digo, desde los primeros años de escolarización, potenciando y desarrollando al máximo las cualidades innatas de la mujer... ¿y del hombre...?, ¿o no es necesario que el hombre también se capacite?... no, lo digo siguiendo esa repugnante y repetida frasesita: "... es que los hombres... son diferentes... ellos no pueden evitarlo...",...claro, como son idiotas, ¿no?. Encima, a todos los creen animales, qué bien.

Por mi parte, desde ahora mismo, voy a promover la profesión entre mis conocidas, hermanas, cuñadas, amigas... lástima que yo no sirvo porque, como está mandao y todos sabéis, las que no aceptamos la prostitución como algo normal somos todas unas mojigatas, retraídas y beatas que no ven el sexo con naturalidad, por lo que no somos candidatas aptas para el oficio, claro.

Las empresas jugueteras de Alicante podrían comercializar productos encaminados a que las mujeres, desde pequeñitas, practicaran dar placer al hombre y, sobre todo, a prestarlo inmediatamente y sin preguntas, dado que, según parece es lo más importante, no sea que se nos atrofíen los cerebros de nuestros políticos, banqueros, economistas, periodistas y abogados.

A las mocitas en edad casadera, digo, copulera, en lugar del ajuar doméstico, con ropa de hogar, se le prepararía un ajuar complaciente, armado con lencería fina, botas altas, látigos, vibradores y toda clase de accesorios útiles al oficio.

Entonces, podríamos llenarnos de orgullo y preguntar a nuestra hija, hermana pequeña o sobrina:

"Nena, linda, ¡pero qué guapa te estás poniendo!... bueno, y tú ¿qué quieres ser de mayor?"

A lo que la niña, resuelta, dispuesta a hacerse millonaria chupando miembros y haciendo feliz a los hombres que lo precisen, respondería:

"Yo quiero ser ramera, con web y línea de lencería propia".